El gran arte de la vida es hacer de la vida
una obra de arte.
Aunque no escribas libros, eres el escritor de
tu vida.
Aunque no seas Miguel Ángel, puedes hacer
de tu vida una obra maestra.
Aunque no entiendas de música, tu vida puede
ser una magnífica sinfonía que daría envidia
a Beethoven.
Aunque no tengas gran cultura, puedes cultivar
la sabiduría de la caridad.
Aunque tu trabajo sea humilde, puedes
convertir tu día en oración.
Aunque tengas cuarenta, sesenta o setenta años,
puedes ser joven de espíritu.
Aunque las arrugas ya marquen tu rostro, vale
más tu belleza interior.
Aunque tus pies sangren en los tropiezos y
piedras del camino, tu rostro puede sonreír.
Aunque tus manos conserven las cicatrices de
los problemas y de las incomprensiones,
tus labios pueden agradecer.
Aunque las lágrimas amargas recorran tu
rostro, tienes un corazón para amar.
Aunque no seas un santo, ni un ángel, en el
cielo tienes reservado un lugar. Todo,
todo... depende de ti.
(De la red) |