
Explicando una tarde anatomía un sabio profesor del corazón a sus alumnos daba perfecta descripción. Anonadado por sus propias penas, la cátedra olvidó; -Dicen señores, exclamaba pálido, que nadie consiguió vivir sin esa víscera preciosa- -¡Error, extraño error!- Hay un ser en mi ser, una hija mía, que ayer me abandonó; -¡Las hijas que abandonan a sus padres no tienen corazón!- Un estudiante que del aula oscura se oculta en un rincón, mientras los otros, asombrados oyen tan público dolor, sonriendo a un amigo y compañero le dijo a media voz: -¡Piensa que a su hija el corazón le falta... y es que lo tengo yo!-

|