No sé si alguna vez has pensado en tu muerte cómo será, dónde será... cuándo será. Si morirás ahogado, atropellado o de muerte natural. Ni tampoco sé si en alguna ocasión te has preguntado qué cosa te hubiera gustado cambiar a lo largo de tu vida.
Tal vez te hubiera gustado arreglar un mal negocio, pedirle perdón a alguna persona con la cual hayas discutido o quizá te gustaría haber recuperado alguna amistad perdida hace tiempo. No lo sé, seguramente tendrías tanto en qué pensar y tan poco tiempo para emprenderlo... pero lo cierto es que debes morir.
Yo simplemente quisiera hacerte la reflexión ¿ para qué esperar? Ahora tienes tiempo ¿ por qué no hacer aquello que podrías haber anhelado a la hora de tu muerte? ¡ya! Dile hoy con tus obras y palabras a tu hijo que le amas. Sonríe y ama a todas las personas de tu trabajo, de tu entorno social, con las que tratas, disculpa sus errores y diles que no pasa nada; que son los mejores amigos del mundo. No le cierres la puerta al cartero sin haberle dicho ¡gracias! ni al lechero despidas sin un ¡ hasta pronto y muchas gracias! No guardes rencor a tus enemigos, adelántate y ve a conversar con ellos, agrádeseles todo lo que hacen por ti y ofréceles en todo momento tu ayuda. Dedícale más tiempo a tu esposa, pregúntale cómo ha estado, interésate por sus cosas y, si tienes la posibilidad, regálale aquello que más le gusta. No dejes para después lo que puedas hacer hoy. Sé un hombre cabal, íntegro, alegre, optimista. Felicita por sus triunfos a los demás, escúchales y compréndeles. No te vayas a la cama sin haber revisado cómo ha estado tu día, y si encuentras algún error, no consientas el dormirte sin antes haberlo arreglado.
Sé ¡ya! lo que te gustaría ser cuando la muerte te visite y cristalice tu vida. No omitas ninguna sonrisa que busque consolar al que sufre. Una sonrisa es algo tan pequeño, pero a la vez algo con lo que ganas tanto que nunca te arrepentirás de ella.
Lleva tu vida por el sendero de la verdad, de la sana alegría y de la justicia. No esperes al mañana que aún no llega y tal vez nunca llegará... tal vez sea demasiado tarde. Víve, ama y perdona ¡ya!
P. Juan Manuel Flores Hernández