Las pinté como pude, sin pinceles, apoyado en la mesa, en la cocina, con certezas y dudas, alejado de todos, con obsesión y con la sola ayuda de lo visto en la vida y en un par de almanaques.
Las pinté como pude, y cuando quise lavar mi mano me fue imposible hacerlo y todos los colores se quedaron en ella.
Por eso estas flores de ahora son flores con fecha, con asombros de infancia, hechas para los amigos y listas para ser colgadas.
Hoy es un día claro. Siento la mano aliviada como si fuese otra flor que pudiera abrirse siempre, y con las mismas dudas y obsesiones, me pongo a retocar los amarillos con el más izquierdo de los dedos de mi mano derecha.
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