En el silencio de la noche hay sonidos que no existen en el día. La luz diurna carece de ese encanto único de la noche.
Me gusta la noche, su calma y frescura, donde ningun sonido familiar interrumpe mi concentracion, donde la luminosidad y el caos callejero no diezman mis fuerzas y sentidos. Prefiero la tranquila oscuridad, donde mis pensamientos se vuelven mas agudos se intensifican y todo se ve con mayor claridad y sentido, donde el tiempo es más flexible, la libertad más palpable. Toda limitación olvidada, todo miedo hecho a un lado, toda vergüenza ignorada.
La noche, con su naturaleza única, tan opuesta al día, tan enorme y profunda, rebosante de secretos y belleza real. Con sus luces artificiales, su silencio, tan lleno de voces y ruidos misteriosos, su oscuridad tan plena y llena de tonalidades, su aire despejado, su tiempo libre de presiones, su voz -la voz de la noche- hablándome al oído, aclarando mis pensamientos, despejando mis dudas, echando luz sobre las tinieblas de mi mente.
La rutina de una vida comun me obliga a vivir mas horas de día, y gran parte de la noche desperdiciada en el descanso. Pero cuando puedo darme el lujo de disfrutarla en su totalidad, cuando puedo aprovechar cada hora, cada minuto de su oscuridad y calma… Nada me llena mas de energías como toda una noche en pleno contacto conmigo mismo, atento a los secretos de la oscuridad, a la claridad que solo la noche me puede dar. Y quisiera a veces poder cambiar la naturaleza de mi vida, vivir mas en mis amadas noches, olvidarme que mañana tendre que esperar a mi amada silenciosa como el amante que recorre las calles en busca de la ventana de su amor para sumergirme en ese mundo oscuro y a la vez tan claro y bello, tan único y especial; pero me contento con la porción de noche que aún puedo disfrutar y cada cierto tiempo la vida me permite darme ese lujo de pasar toda una noche en calma, sencillamente disfrutando de la inmensidad del reinado de la luna.