Dicen que una noche oscura, mucho antes de existir el ser humano, la soledad invadió a la luna.
Triste ésta de sentirse tan solitaria entre tanta oscuridad pensó que lo mejor sería dejar volar su imaginación.
Con dedos de cristal y polvo de cometa pintó estrellas en su cielo ¡cual más brillante que la otra!
Satisfecha con su obra se marcho a descansar.
Al llegar el sol con su resplandeciente día se encontró con un montón de puntitos blancos que brillaban con
fulgor, tan brillantes como el mismo.
Enfadado llenó el cielo de nubes de algodón tras las cuales se escondió un tanto ofendido.
Gotas de lluvia empezaron a caer despintándose las estrellas que con tanto esmero había dibujado la luna.
Tres noches con sus respectivos días se sucedieron y la escena se repetía una vez, y otra vez.
Noches brillantes y días grises que despintaban el cielo con las gotas de lluvia.
Llegó un momento en que la luna empezó a sentir que el frío habitaba sobre la tierra como consecuencia de
que el sol no la calentara con sus rayos durante el día.
Pensó que lo mejor sería desistir de seguir dibujando estrellas
y esa noche el cielo se tiño con su atrapante oscuridad.
El sol volvió a salir contento y a brillar resplandeciente, ya no había estrellas que quisieran quitarle su lugar.
La luna contenta al sentir el calor del sol que cubría nuevamente la tierra
pensó que a su cielo aun le faltaban las estrellas.
Las dibujó otra vez con paciencia pero esta vez en vez de polvo de cometa utilizó polvo de luciérnagas,
con lo cual las estrellas solo brillarían de noche.
Dicen que desde ese día las noches se cubren de estrellas y los días son resplandecientes.
Algunas veces la luna en su picardía pinta algunas estrellas con polvo de cometa,
y el sol se esconde y llora tras las nubes hasta despintar cada una de esas estrellas, luego vuelve a brillar.
de la red
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