Era una fría tarde de febrero, estaban reunidas las amigas en la cocina, tomando un chocolate caliente y charlando distendida y animadamente de muchas cosas a la vez y de nada en especial. Allí reunidas, hablando, picando distraídamente, los restos del bizcocho de la merienda esparcidos por el mantel, y disfrutando de ese calor tan especial que solo las cocinas tienen, una de ellas dio la noticia de que iba a ser abuela por primera vez. Todas la felicitaron y entre risas, abrazos y besos, pasaron la última media hora haciendo planes sobre un “baby-shower” para el futuro nieto o nieta, discutiendo ideas y escuchando a las abuelas ya veteranas contar sus experiencias sobre los nietos. Sobre las 8:30 empezaron a despedirse, dando por finalizada la reunión, y prometiendo reunirse de nuevo muy pronto, para acabar de concretar los últimos detalles de lo que haría cada una para la canastilla del bebé.
Se marcharon todas menos la futura abuela, que se quedó en la cocina bebiendo en silencio y saboreando tranquilamente su última taza de chocolate. Cuando la anfitriona llegó a la cocina le preguntó:
─ te noto preocupada, ¿sucede algo?
─ desde que mi hija me dijo que iba a ser abuela, he tenido sueños muy raros con respecto a mi futura nieta o nieto. Unas veces, sueño que nace una preciosa niña y cuando la voy a coger entre mis brazos, su carita no me recuerda ni a su madre ni a su padre, con decirte, que ni siquiera le encuentro parecido con ninguno de los abuelos. La niña va creciendo y empieza a hablar a muy temprana edad, pero sucede algo extraño, nunca habla en nuestro idioma, la mayoría de las veces, lo hace con un lenguaje incomprensible incluso para sus padres, entonces me despierto presa de una gran angustia y la desesperación que siento ensordece mis oídos, hasta tal punto, que solo oigo los latidos de mi agitado corazón.
Otras, el bebé es un niño que no hace más que llorar y nadie acierta como calmar su llanto. Un día, mientras su madre descansaba de una noche agotadora, se me ocurrió encender la radio, sonaba una suave melodía y preparé el baño del niño, con la esperanza, que el suave sonido y el agua tibia calmaran su incesante llanto. Mientras lo estaba bañando, descubro en su cabecita ya cubierta de pelo, la clara imagen de un libro abierto, con unas diminutas letras. Sequé al niño, lo puse en su cunita y lo vestí. Fui al salón y cogí una pequeña lupa y volví al cuarto intrigada por lo que habría escrito en aquel diminuto libro. Cuando llegué, vi a una niña con rasgos orientales que con sus pequeños dedos, cerraba el libro en la cabecita del niño. Pero lo más extraño del caso, y lo que más me inquieta, es que en ese preciso momento, el niño dejó de llorar.
─ mamá, mamá, despierta, te has quedado dormida. ─ ¿estas bien? ─,
despéjate y ven a la sala que queremos hablar contigo y darte una noticia importante.
Media atontada por el sueño que había tenido, se terminó la taza de chocolate, y fue a la sala.
Su hija le comunicó que debido a su incapacidad para ser madre, habían decidido adoptar una niña china, que todos los trámites ya estaban listos y que a finales de semana, viajarían a China a buscar a la niña. Según le habían informado, la niña tiene cinco años, es muy lista y lo que más le gusta es leer, aprendió a leer ella sola, y es feliz con un libro entre sus manos.
(Nerim)