Yo escucho los cantos de viejas cadencias que los niños cantan cuando en corro juegan, y vierten en coro sus almas, que suenan, cual vierten sus aguas las fuentes de piedra: con monotonías de risas eternas que no son alegres, con lágrimas viejas que no son amargas y dicen tristezas, tristezas de amores de antiguas leyendas.
En los labios niños, las canciones llevan confusa la historia y clara la pena; como clara el agua lleva su conseja de viejos amores que nunca se cuentan.
Jugando, a la sombra de una plaza vieja, los niños cantaban...
La fuente de piedra vertía su eterno cristal de leyenda.
Cantaban los niños canciones ingenuas, de un algo que pasa y que nunca llega: la historia confusa y clara la pena.
Seguía su cuento la fuente serena; borrada la historia, contaba la pena.
ANTONIO MACHADO
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