Mi Divino Amigo
¡Qué seguridad me da que el Espíritu me guíe! El se goza en dirigir a aquel que se lo permite.
Mi Creador me ama tanto que me dio el libre albedrío para que yo decidiera de mi voluntad seguirlo.
A fin de que lo lograra decidió enviar a su Hijo y en la cruz me declarara: insuficiente en mí mismo.
Desde entonces comprendí que sin su ayuda no puedo, mas El ya me había enviado en su amor al Paracleto.
En mi corazón creí también en esa promesa que JESÚS hizo al partir y en Pentecostés cumpliera.
No tardó el Ayudador en tomar el señorío de mi espíritu, alma y cuerpo pues me rendí y El lo hizo.
Ahora yo me gozo en Él y Él se deleita conmigo; a JESÚS glorificamos. ¡El es mi Amigo Divino!
-- Zaida C. de Ramón --
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