Los sucesos de la vida no cesan, inmersos en su trajín, somos presa fácil de futurizarnos perdiendo piso, perdiendo presencia, la vida es, no se piensa, se vive, en solo pensarla habita el miedo, en la acción vive la aventura. Puede uno correr el riesgo de permanecer quieto, en el instante mismo en vez de evadirse y actuar sin reflexión, pretendiendo llegar a alguna parte caminando al revés, corremos hacia el otro lado de lo mejor, creando una ilusión, el trafico de pensamientos ha tomado el control, despojándonos de elegir. El cuerpo está aquí, la mente allá, y yo quien sabe dónde.
De las cosas que uno piensa por las tardes y que no se retienen al despertar, de la importancia de la percepción de hacerse caso a lo que uno siente, lo que uno cree, de la sensibilidad del corazón, disfrutar de un cielo azul, sentir ternura por alguien, de la sencillez de una caricia, de no olvidar respirar con naturalidad, de la amistad y un buen café, de la grandeza de las montañas. De la ingenuidad de perderse en valores contrarios a mis ideales, la capacidad de asombro esta entrelazada a mi capacidad de ver lo que me mueve, tiene que ver con lo que siento, no con lo que pienso, así, no es lo mismo, responderte porque se antes de que termines lo que vas a decir, que saber escuchar y estar contigo, el orden importa, cambia el significado y el sentido, para no inventarnos vida, dejar de ocuparnos de nuestra apariencia con un antifaz, en cambio ir por mis sueños, no hagas caso, ni te detengan las proyecciones, entre dientes quieren detenerte, tu valor los amenaza, emprende tus andanzas y haz camino, lo amenazante la mayoría de las veces no sucede, sin embargo suele ser una actitud costumbrista que conlleve al desencanto. No implica ser infalible, solo que la vida se convierte en una experiencia, la tuya.
Escrito por: Alfonso Aranda