SOBRE EL AMOR PATERNAL
Son muchos los nombres que le dan sus hijos, pero entre ellos, de los más utilizados son: “papá”, “papi”, “papito” y “padre”. Tratar de dejar impreso todo lo que significa y encierra cualquiera de estas palabras que significan básicamente lo mismo, no es tarea fácil. Representa tanto e implica demasiado el uso empleado de la palabra padre y que describe el estado de un hombre que tiene uno o más hijos.
El amor de un padre es irremplazable. Sus brazos se extienden y nos envuelven haciéndonos sentir seguridad y protección. Su nombre es sinónimo de fortaleza, trabajo, sacrificio, provisión, dedicación y entrega, entre muchos otros adjetivos calificativos que se le podrían agregar.
Su nombre implica la capacidad de enfrentar los más grandes retos y riegos por el bienestar de su familia y seres queridos. Quien tiene la dicha de contar con el cuidado y cariño de un padre, sabe que cuenta con un tesoro invaluable. Sabe que tiene alguien a quien acudir y con quien contar porque le auxiliará incondicionalmente de ser necesario.
Es sublime y tierno el amor de un padre hacia sus hijos. Cada lágrima que de sus ojos brota cuando en comunión eleva una plegaria al cielo pidiendo a Dios que lo sostenga. Divina gracia emana de Dios quien con atención escucha cada petición y ruego.
Los padres son misericordiosos y cuidadosos. Tienen experiencia porque han caminado largos senderos que los han enseñado y hecho diestros. Hijo, oye con atención el consejo amoroso y temprano de un padre. No deseches el aprendizaje, se conciente de lo bienaventurado que eres al contar con su presencia e intervención en tu vida. Si recibes de él buen ejemplo, sigue sus pasos. No menosprecies la corrección de quien solo desea tu bienestar.
Comparte con él siempre, no esperes a que lleguen “días especiales” en el calendario para hacerle saber lo significativo que es él en tu vida. Recibe a manos llenas todo lo bueno que él tiene para darte.
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