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De: SAJA (Mensaje original) |
Enviado: 23/11/2011 06:34 |
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas. Lo llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal. Come cuanto le doy. Le gustan naranjas, mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel . . . Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña . . .; pero fuerte y seco como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
Tiene acero . . .
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.
Juan Ramón Jiménez
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De: Maomcr |
Enviado: 25/11/2011 13:33 |
Que lindo recuerdo! Gracias por compartirlo!!!! |
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¡Cuantos recuerdos! Escuela Primaria 2do.Grado, guardapolvos blancos, olor a tiza, el zumbido de las abejas en las plantas de lilas del patio y la señorita Hilda empeñada en que pronunciáramos con corrección lo que leíamos al frente de la clase...
"Qué guapo está hoy Platero! Es lunes de Carnaval, y los niños, que se han disfrazado vistosamente de toreros, de payasos y de majos, le han puesto el aparejo moruno, todo bordado, en rojo, verde, blanco y amarillo, de recargados arabescos.
Agua, sol y frío. Los redondos papelillos de colores van rodando paralelamente por la acera, al viento agudo de la tarde, y las máscaras, ateridas, hacen bolsillos de cualquier cosa para las manos tristes.
Cuando hemos llegado a la plaza, unas mujeres vestidas de loca, con largas camisas blancas, coronados los negros y sueltos cabellos en guirnaldas de hojas verdes, han cogido a Platero en medio de su coro bullanguero, y, unidas por las manos, han girado alegremente en torno de él.
Platero, indeciso, yergue las orejas, alza la cabeza y, como un alacrán cercado por el fuego, intenta, nervioso, huir por doquiera. Pero, como es tan pequeño, las locas no le temen y siguen girando, cantando y riendo a su alrededor. Los chiquillos, viéndolo cautivo, rebuznan para que él rebuzne. Toda la plaza es ya un concierto altivo de metal amarillo, de rebuznos, de risas, de coplas, de panderetas y de almireces...
Por fin, Platero, decidido igual que un hombre, rompe el corro y se viene a mí trotando y llorando, caído el lujoso aparejo. Como yo, no quiere nada con los Carnavales... No servimos para estas cosas..."
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