Primero hija, luego hermana, en instantes
esposa fiel y sincera como toda enamorada.
Dios desde el cielo te miró y en madre te convirtió
completando así la cadena de bendiciones que
cuando naciste él te regaló.
Hoy sigues aquí, ya no eres hija, ni hermana,
ni esposa, ni nada, pero tú sigues aún a pesar
de todo dando amor y enamorada.
Eres todo y eres nada amaste tanto y fuiste tan amada
que tus recuerdos empiezan a borrarse y tus
penas ya no son nada...
Te pesa la vida, pero tienes ya el alma aliviada,
un día Dios tiernamente te mira y se da cuenta
que en un ángel tú has cobrado vida y te llama
a seguir bendiciendo en el cielo y en otra vida.
D/A