ROMANCE DEL DUQUE Así recitó el juglar a muchedumbre embobada: Era un joven que metía las pelotas por la escuadra y, de pronto, llegó a Duque al casar con una infanta: braguetazo, que le dicen por tierras de Salamanca, braguetazu, en les Asturies y pelotazo en Granada. Al entrar en la nobleza, ya Duque de Candelaria, se creyó con la licencia del derecho de pernada y se vio como intocable en la Realeza de España. Vino a proponer negocios a diversos Reyes Taifas que juegan con el erario como bien les viene en gana; pues es dinero de nadie y revierte en quien lo apaña. Presidentes de segunda, que aparentan Reyes Taifas, se embobaron con el “Yerno” y prepararon pitanza para que comiese el Duque cuanto le diese la gana y el Duque, más que comer, ciertamente devoraba con apetito insaciable; le gustaba la pitanza. Asunto fue de millones los contratos que firmaran y, por si acaso, el Gran Duque adelantados cobraba; no fuese que de proyectos quedasen humos de paja. Asunto fue de millones los contratos que firmaran y cual lluvia, en gota fría, a la Nóos inundaban; eran ganancias muy sucias y preciso blanquearlas. Así fue montando empresas (lavadoras las llamaba) el prelavado en Aizoon; en Belice se lavaban; el centrifugado en Londres y, una vez blanqueadas, retornaban abundantes para comprar nuevas casas y un palacete en Pedralbes, reformado con tal gracia que ha llegado a real palacio para orgullo de la Infanta. Al Duque de Palmatoria, a más de plebeya plaga que le servía de apaño para camuflar ganancias, les han cogido, en la noche, una patrulla de guardias que vigilan la honradez y encontraron la mangancia. Con las alforjas repletas a Diego Torres pillaban, acompañado de esposa y de un cuñado por banda: por estribor iba Marcos, Miguel por babor andaba. Estos cuatro mochileros los millones transportaban y usaban las lavadoras con tal salero y tal gracia que hacían de sucios euros unas monedas honradas. El juez dice “trapicheo”; “gran robo” el fiscal la llama a la fortuna del Duque: la Empresa que no lucraba y, sin embargo, lucró millones de euros a manta. Los impuestos en Belice se extinguían en la nada y todo era beneficio, y todo era ganancia, pues pagaba las facturas que él mismo se cobraba. Con más arte que Paesa, el Duque de Candelaria amasaba una fortuna así, sin más, por la cara que tiene de hombre buenazo y de marido de Infanta. Si en Nóos hubo trapicheos, el Duque no sabe nada, que Nóos está en Barcelona y él residía en las Babias. Así se escribe la historia: unos pierden, otros ganan; aquí perdió el pueblo entero y ganó el Duque de Palma. Ahora corresponde al juez analizar bien la causa y demostrar que es verdad que, quien la hace, la paga. Debe el juez recuperar el total de la mangancia, subastar el palacete y ofrecerle larga estancia, en Soto del Real, al Duque y a sus amigos comparsas. Así terminó el Juglar de relatar las hazañas del “yernísimo de Rey y noble Duque de Palma”, que ordeñaba los millones que nos faltan en la vaca |