Siempre le gustaba soñar con los ojos abiertos, un día se cansó de soñar y puso todo su esmero y dedicación para alcanzarlos y hacerlos realidad.
Él era muy feliz, sentía que no podía pedir más a la vida, le había dado todo y hasta un poco más. Su felicidad fue muy corta pues un día su cielo se vistió de gris, no salió el sol, vino una gran tormenta y bastaron unos segundos para destruír todo lo que construyó en años.
Sentado a la orilla del camino se quedó mirando las ruinas que habían quedado, sus ojos se cansaron de llorar y su alma de sufrir, entonces pensó; “La tormenta ha destruído todo, pero yo sigo vivo”.
Comenzó poco a poco a limpiar el terreno, se deshizo de todas las ruinas y, lo dejó listo para comenzar una nueva construcción más firme y hermosa.
(Desconozco su autor)