“Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras. Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho”.(1 Corintios 15.3-4, 14, 20).
Al llegar esta época del año mi corazón palpita con más fuerza y mi espíritu rebosa de un gozo tan grande que, tal como dice el famoso coro, “hay momentos que las palabras no alcanzan”. Por supuesto que la alegría de saberme bendecido por nuestro Padre Celestial en todos los aspectos de mi vida (Prov. 14.22) son motivos continuos de gratitud hacia Él. Pero coincidirá conmigo en afirmar que la mayor dicha de un hijo o una hija de Dios no reposa en las incontables bendiciones que disfrutamos a diario, sino en el sublime e incomparable hecho de que nuestro Señor está vivo.
El humilde establo de Belén, la multiplicación de los panes y los peces, las numerosas sanidades en Capernaum, las parábolas y enseñanzas en el Monte de los Olivos, y aun la mismísima Cruz en donde Jesucristo enfrentó la muerte, todo ello carecería de valor si Él no hubiera resucitado.
¡Pero gloria sea dada a Dios porque nuestro Salvador vive! ¡Ha resucitado! ¡Aleluya!
Al ver nuestro gozo, hay quienes preguntan por la causa de la felicidad que enarbolamos cual estandarte. El secreto – si se puede llamar así – no es otro que la vida de Cristo en nosotros (Gál. 2.20). Su resurrección da sentido a nuestra fe, de modo que no vagamos por la vida como meros entes que simplemente nacen, existen y mueren. ¡Tenemos un propósito! ¡Nuestra vida tiene un motivo! Como dice el apóstol Pedro: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Ped. 1.3).
Por todo esto, y mucho más, en esta nueva celebración de la Pascua te invito a unirnos en alabanza y adoración al Señor y Salvador Jesucristo, quien venció a Satanás y al pecado en la Cruz (Col. 2.15), conquistó la muerte en Su resurrección (Rom. 6.9) y fue declarado Hijo de Dios con poder (Rom. 1.4).
GLORIA A DIOS!!
CRISTO VIVE!!! ALELUYA!!!
FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!