LA VERDAD TRAS LOS CUENTOS (3)
Continuamos hoy revisando cuánto de real hay en los cuentos populares. Hoy nos toca un cuento popular de nuestras tierras.
Se trata de la leyenda de La Llorona, que cuenta que una mujer que no quería deshonra para su familia (en otras versiones se habla de una mujer que fue abandonada por su esposo y no pudo con su responsabilidad materna) se internó en la montaña para ocultar un embarazo indeseado, y que una vez nacido el bebé lo ahogó en un río, por lo que fue condenada a vagar por la eternidad llorando por el hijo que había asesinado, parece tener su primer referente en las épocas anteriores a aquellas en las que aparecieron los españoles en tierras mexicanas, determinando la destrucción del reino azteca.
Según se cuenta, en los meses anteriores a la llegada de Hernán Cortés y sus huestes, se dieron varios presagios, como luces en el cielo y templos incendiados aparentemente sin razón. Y, por varias semanas, se escuchaba la voz de una mujer al otro extremo de la ciudad (siempre al otro extremo, es decir, que no importaba donde estuvieras ubicado, siempre parecía que la voz venía de lo lejos) que, entre lamentos, preguntaba: “¿qué será de mis hijos?”.
Con diferentes variantes, la historia se repite en diversas tradiciones de varios países de Latinoamérica, aunque al parecer no fue que se esparció desde México hacia el sur, sino que primero hizo un rodeo hacia España, concretamente en el pueblo de Barceloneta, donde se cuenta que una mujer fue abandonada con sus hijos por su esposo, y esta, llena de dolor y agobiada por la responsabilidad, se fue a pasear con ellos a la playa del lugar, donde los ahogó, y luego, espantada por su acción, quiso huir pero fue atropellada por un carruaje. Desde entonces, cuenta la leyenda, en ciertas noches se le puede ver vagando y lamentándose por la pérdida de sus hijos.
Es posible que ambas tradiciones se hayan mezclado y arribado, con la colonización, a los diversos países donde hoy es uno de los cuentos para asustar chiquillos más populares. Aunque debo confesar que esto es más bien una hipótesis mía, que no he comprobado en ninguna manera.