MORIR DE RISA
Varios lectores me han escrito interesados en saber si ha habido más de una persona que literalmente haya muerto de risa.
Todos ellos hicieron referencia al caso más famoso, el del carpintero británico Alex Mitchell, de cincuenta años de edad, quien el 24 de marzo de 1975 se sentó a disfrutar de su programa de televisión favorito, titulado The Goodies (ese día presentaban un episodio llamado “Kung Fu Kapers”, una parodia de la serie “Kung Fu”, pero con faldas escocesas).
No se sabe exactamente por qué, pero luego de unos cinco minutos, por lo que parece, entró en un proceso de risa histérica que no pudo controlar y determinó que 25 minutos después, hipoventilado, sin posibilidad de parar su ataque de risa, literalmente exhausto por el esfuerzo que le significaba el reír sin parar, sufrió un paro cardiorespiratorio que, irónicamente, pudo haberlo salvado si hubiera recibido atención inmediata (al fin y al cabo, la risa que había provocado su paro ya había cesado), pero como fue encontrado por su esposa varios minutos después no tuvo salvación.
En este mismo año de 2012, la nieta de 23 años de Mitchell sufrió un ataque al corazón, apenas sobreviviendo al mismo. Se descubrió entonces que tiene una condición hereditaria denominada “síndrome de QT largo”, un defecto en la transmisión de los impulsos eléctricos del corazón, que si no se trata puede derivar en arritmias y paros.
Se piensa ahora que Mitchell también poseía esa condición (que nunca se le diagnosticó), y ello favoreció su fatal desenlace.
Pero hay otros casos: en 1989, el danés Ole Bentzen sufrió un ataque de risa mirando la película “Un pez llamado Wanda”, por el cual, según se pudo estimar, su corazón llegó a latir entre 250 y 500 pulsaciones por minuto (que es, técnicamente, una taquicardia), lo cual terminó convirtiéndose en fibrilación (contracciones descoordinadas de las células cardiacas) y paro.
Más curioso aún es el caso de Damnoen Saen-um, un tailandés que de pronto empezó a reír mientras dormía.
Aunque su esposa quiso despertarlo, no pudo, y apenas dos minutos después de iniciada la risa, Saen-un falleció.
Al parecer, en este caso más bien la risa fue un una reacción refleja derivada de la verdadera causa de muerte (se piensa que pudo ser asfixia o un ataque cardiaco), pero el caso es que murió riendo.
Continuamos mañana
con personajes históricos… muertos de la risa.