EL PRINCIPIO DE PETER
Erick Arce Calderón me solicita que rescate de la ceveteca (como suelo hacer los sábados) este tema. Helo aquí.
Uno de los preceptos teóricos menos cuestionado pero a la vez menos tomado en cuenta es el llamado “Principio de Peter”.
Más que un principio, es un ensayo sobre la incompetencia humana. Fue formulado por el doctor Laurence J. Peter, allá por 1960, para explicar por qué tantas cosas salen mal en nuestra vida cotidiana.
Según Peter, en la época actual hemos aprendido a visualizar el progreso personal como un camino “hacia arriba”, en lugar de “hacia adelante”.
Es decir, que cada empleado tiende a ver su progreso personal no en términos de la búsqueda de la felicidad (de caminar de la mejor manera en las horizontales sendas de la vida, si se me permite la reflexión filosófica), sino en función de ascender hacia puestos cada vez más altos (y mejor remunerados), que, obviamente, conllevan cada vez más responsabilidades, y precisan más habilidades.
El resultado inevitable es que cada persona que logra ascender terminará por alcanzar un puesto con el cual no pueda cumplir a cabalidad, punto justo donde su ascenso se detendrá. Eso es precisamente lo que reza el principio de Peter: “Cada persona asciende hasta alcanzar su nivel de incompetencia”.
Pero como a quien es ascendido es difícil hacerlo descender de nuevo, ni él mismo querrá soltar lo que tanto le ha costado conseguir, la consecuencia más clara de ello es que la gran mayoría de los puestos de trabajo serán, a la larga, ocupados por personas sin la capacidad cabal de desempeñarlos. Es decir, que tarde o temprano el sistema (o la empresa), casi en su totalidad, estará a cargo de incompetentes, y por ello falla tan a menudo. El sistema laboral más claro en cumplir del principio de Peter es cualquier burocracia.
Lo triste, postula Peter, es que con sólo reacomodar a la gente de modo que ejerza el cargo para el que está mejor dotada (cambio que en ocasiones es muy sencillo, pero suele traer la complicación de ser un descenso en la escala laboral) todo el sistema recuperaría su eficiencia. Pero, dado que para nosotros “progresar” es sinónimo de “subir”, hay una fuerte barrera mental contra tales medidas.