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REFLEXIONES: CUENTOS PARA PENSAR DE J.Bucay
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De: Tatiana (Mensaje original) |
Enviado: 30/07/2010 09:58 |
COMO
CRECER?
Un rey fue hasta su jardín y
descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo. El Roble le
dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino. Volviéndose al
Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría
porque no podía florecer como la Rosa. La Rosa lloraba porque no podía ser
alta y sólida como el Roble. Entonces encontró una planta, una fresia,
floreciendo y más fresca que nunca. El rey preguntó: ¿Cómo es que creces
saludable en medio de este jardín mustio y sombrío? No lo sé. Quizás sea
porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias. Si hubieras
querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije:
"Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda". Ahora es tu turno. Estás
aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mirate a vos mismo. No hay
posibilidad de que seas otra persona. Podes disfrutarlo y florecer regado con
tu propio amor por vos, o podes marchitarte en tu propia condena...
ANIMARSE A
VOLAR
..Y cuando se hizo grande, su padre
le dijo: -Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no
tienes obligación de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar
teniendo las alas que el buen Dios te ha dado. -Pero yo no sé volar –
contestó el hijo. -Ven – dijo el padre. Lo tomó de la mano y caminando lo
llevó al borde del abismo en la montaña. -Ves hijo, este es el vacío. Cuando
quieras podrás volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al
abismo. Una vez en el aire extenderás las alas y volarás... El hijo
dudó. -¿Y si me caigo? -Aunque te caigas no morirás, sólo algunos
machucones que harán más fuerte para el siguiente intento –contestó el
padre. El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros
con los que había caminado toda su vida. Los más pequeños de mente
dijeron: -¿Estás loco? -¿Para qué? -Tu padre está delirando... -¿Qué
vas a buscar volando? -¿Por qué no te dejas de pavadas? -Y además, ¿quién
necesita? Los más lúcidos también sentían miedo: -¿Será cierto? -¿No
será peligroso? -¿Por qué no empiezas despacio? -En todo casa, prueba
tirarte desde una escalera. -...O desde la copa de un árbol, pero... ¿desde
la cima? El joven escuchó el consejo de quienes lo querían. Subió a la
copa de un árbol y con coraje saltó... Desplegó sus alas. Las agitó en el
aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra... Con un
gran chichón en la frente se cruzó con su padre: -¡Me mentiste! No puedo
volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di!. No soy como tú. Mis alas son de
adorno... – lloriqueó. -Hijo mío – dijo el padre – Para volar hay que crear
el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como
tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar. Para
aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo. Si uno quiere
correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como
siempre.
EL
BUSCADOR
Esta es la historia de un hombre
al que yo definiría como buscador Un buscador es alguien que busca. No
necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco esa alguien que sabe lo que
está buscando. Es simplemente para quien su vida es una búsqueda. Un día un
buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a
hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí
mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los
polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes de llegar al
pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba
tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores
encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera
lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que
olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en
ese lugar. El buscador traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre
las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos eran los de un buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de
las piedras, aquella inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2
semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no
era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de
tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre
se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se
acercó a leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El
buscador se sintió terrible mente conmocionado. Este hermoso lugar, era un
cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un
nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el
espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba
11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El
cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato
en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar. - No ningún
familiar – dijo el buscador - ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible
hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar?
¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a
construir un cementerio de chicos?. El anciano sonrió y dijo: -Puede usted
serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja
costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una
libreta, como esta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre
nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo,
abre la libreta y anota en ella: a la izquierda que fu lo disfrutado…, a la
derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿ Conoció a su novia y se enamoró de ella?
¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?…¿Una semana?,
dos?, ¿tres semanas y media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto
duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o
el nacimiento del primer hijo? …, ¿y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje
más deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país
lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así
vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra
costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo
sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo
vivido.
EL ELEFANTE
ENCADENADO
Cuando yo era chico me
encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales.
También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el
elefante. Durante la función, la enrome bestia hacia despliegue de su tamaño,
peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes
de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que
aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado
unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me
parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia
fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es
evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años
yo todavía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a
algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me
explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces
la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber
recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del
elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que
también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por
suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la
respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una
estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño
recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el
elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su
esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se
durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al
que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal
aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso,
que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene
registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco
después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente
ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra
vez...
EL
OSO
Esta historia habla de un sastre, un zar y su
oso. Un día el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida
se había caído. El zar era caprichoso, autoritario y cruel (cruel como todos
los que enmarañan por demasiado tiempo en el poder), así que, furioso por la
ausencia del botón mandó a buscar a su sastre y ordenó que a la mañana siguiente
fuera decapitado por el hacha del verdugo. Nadie contradecía al emperador de
todas la Rusias, así que la guardia fue hasta la casa del sastre y arrancándolo
de entre los brazos de su familia lo llevó a la mazmorra del palacio para
esperar allí su muerte. Cuando, cayo el sol un guardiacárcel le llevó al
sastre la última cena, el sastre revolvió el plato de comida con la cuchara y
mirando al guardiacárcel dijo – Pobre del zar. - El guardiacárcel no puedo
evitar reírse - ¿Pobre del zar?, dijo pobre de ti tu cabeza quedará separada de
tu cuerpo unos cuantos metros mañana a la mañana. - Si, lo sé pero mañana en
la mañana el zar perderá mucho más que un sastre, el zar perderá la posibilidad
de que su oso la cosa que más quiere en el mundo su propio oso aprenda a
hablar. - ¿Tú sabes enseñarle a hablar a los osos?, preguntó el guardiacárcel
sorprendido. - Un viejo secreto familiar... – dijo el sastre. Deseoso de
ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al soberano su
descubrimiento: ¡¡El sastre sabía enseñarle a hablar a los osos!! El zar
se sintió encantado. Mandó rápidamente a buscar al sastre y le
ordenó: -¡¡Enséñale a mi oso a hablar nuestro gustaría complaceros pero la
verdad, es que enseñar a hablar a un oso es una ardua tarea y lleva tiempo... y
lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo... -El zar hizo un silencio, y
preguntó ¿cuánto tiempo llevaría el aprendizaje? - Bueno, depende de la
inteligencia del oso... Dijo el sastre. - ¡¡El oso es muy inteligente!! –
interrumpió el zar – De hecho es el oso más inteligente de todos los osos de
Rusia. -Bueno, musitó el sastre... si el oso es inteligente... y siente
deseos de aprender... yo creo... que el aprendizaje duraría... duraría... no
menos de...... DOS AÑOS. El zar pensó un momento y luego ordenó: - Bien,
tu pena será suspendida por dos años, mientras tanto tú entrenarás al oso.
¡Mañana empezarás! - Alteza - dijo el sastre – Si tu mandas al verdugo a
ocuparse de mi cabeza, mañana estarán muerto, y mi familia, se las ingeniará
para poder sobrevivir. Pero si me conmutas la pena, yo tendré que dedicarle el
tiempo a trabajar, no podré dedicarme a tu oso... debo mantener a mi
familia. - Eso no es problema – dijo el zar – A partir de hoy y durante dos
años tú y tu familia estarán bajo la protección real. Serán vestidos,
alimentados y educados con el dinero de la corte y nada que necesiten o deseen,
les será negado... Pero, eso sí... Si dentro de dos años el oso no habla... te
arrepentirás de haber pensado en esta propuesta... Rogarás haber sido muerto por
el verdugo... ¿Entiendes, verdad?. - Sí, alteza. - Bien... ¡¡Guardias!! -
gritó el zar –Que lleven al sastre a su casa en el carruaje de la corte, denle
dos bolsas de oro, comida y regalos para sus niños. Ya... ¡¡Fuera!!. El
sastre en reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse mientras
musitaba agradecimientos. - No olvides - le dijo el zar apuntándolo con el
dedo a la frente – Si en dos años el oso no habla... – Alteza... - ...Cuando
todos en la casa del sastre lloraban por la pérdida del padre de familia, el
hombre pequeño apareció en la casa en el carruaje del zar, sonriente, eufórico y
con regalos para todos. La esposa del sastre no cabía en su asombro. Su
marido que pocas horas antes había sido llevado al cadalso volvía ahora,
exitoso, acaudalado y exultante... Cuando estuvo a solas el hombre le contó
los hechos. - Estás LOCO – chilló la mujer – enseñar a hablar al oso del zar.
Tú, que ni siquiera has visto un oso de cerca, ¡Estás, loco! Enseñar a hablar
al oso... Loco, estás loco... - Calma mujer, calma. Mira, me iban a cortar la
cabeza mañana al amanecer, ahora... ahora tengo dos años... En dos años pueden
pasar tantas cosas en dos años. En dos años... – siguió el sastre - se puede
morir el zar... me puedo morir yo... y lo más importante... por ahí el ¡¡oso
habla!!
EL TEMIDO
ENEMIGO
La idea de este cuento llegó a mí
escuchando un relato de Enrique Mariscal. Me permití, partir de allí prolongar
el cuento transformarlo en otra historia con otro mensaje y otro sentido. Así
como está ahora se lo regalé una tarde a mí amigo Norbi. Había una vez, en
un reino muy lejano y perdido, un rey al que le gustaba sentirse poderoso. Su
deseo de poder no se satisfacía sólo con tenerlo, él, necesitaba además, que
todos lo admiraran por ser poderoso, así como la madrastra de Blanca Nieves no
le alcanzaba con verse bella, también él necesitaba mirarse en un espejo que le
dijera lo poderoso que era. Él no tenía espejos mágicos, pero contaba con un
montón de cortesanos y sirvientes a su alrededor a quienes preguntarle si él,
era el más poderoso del reino. Invariablemente todos le decían lo
mismo: -Alteza, eres muy poderoso, pero tú sabes que el mago tiene un poder
que nadie posee: Él, él conoce el futuro. ( En aquel tiempo, alquimistas,
filósofos, pensadores, religiosos y místicos eran llamados, genéricamente
“magos”). El rey estaba muy celoso del mago del reino pues aquel no sólo
tenía fama de ser un hombre muy bueno y generoso, sino que además, el pueblo
entero lo amaba, lo admiraba y festejaba que él existiera y viviera allí. No
decían lo mismo del rey. Quizás porque necesitaba demostrar que era él quien
mandaba, el rey no era justo, ni ecuánime, y mucho menos bondadoso. Un día,
cansado de que la gente le contara lo poderoso y querido que era el mago o
motivado por esa mezcla de celos y temores que genera la envidia, el rey urdió
un plan: Organizaría una gran fiesta a la cual invitaría al mago y después la
cena, pediría la atención de todos. Llamaría al mago al centro del salón y
delante de los cortesanos, le preguntaría si era cierto que sabía leer el
futuro. El invitado, tendría dos posibilidades: decir que no, defraudando así la
admiración de los demás, o decir que sí, confirmando el motivo de su fama. El
rey estaba seguro de que escogería la segunda posibilidad. Entonces, le pediría
que le dijera la fecha en la que el mago del reino iba a morir. Éste daría una
respuesta, un día cualquiera, no importaba cuál. En ese mismo momento, planeaba
el rey, sacar su espada y matarlo. Conseguiría con esto dos cosas de un solo
golpe: la primera, deshacerse de su enemigo para siempre; la segunda, demostrar
que el mago no había podido adelantarse al futuro, y que se había equivocado en
su predicción. Se acabaría, en una sola noche. El mago y el mito de sus
poderes... Los preparativos se iniciaron enseguida, y muy pronto el día del
festejo llegó... ...Después de la gran cena. El rey hizo pasar al mago al
centro y ante le silencio de todos le preguntó: - ¿Es cierto que puedes leer
el futuro? - Un poco – dijo el mago. - ¿Y puedes leer tu propio futuro,
preguntó el rey? - Un poco – dijo el mago. - Entonces quiero que me des
una prueba - dijo el rey - ¿Qué día morirás?. ¿ Cuál es la fecha de tu
muerte? El mago se sonrió, lo miró a los ojos y no contestó. - ¿Qué pasa
mago? - dijo el rey sonriente -¿No lo sabes?... ¿no es cierto que puedes ver el
futuro? - No es eso - dijo el mago - pero lo que sé, no me animo a
decírtelo. - ¿Cómo que no te animas?- dijo el rey-... Yo soy tu soberano y te
ordeno que me lo digas. Debes darte cuenta de que es muy importante para el
reino, saber cuando perdemos a sus personajes más eminentes... Contéstame pues,
¿cuándo morirá el mago del reino? Luego de un tenso silencio, el mago lo miró
y dijo: - No puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago morirá
exactamente un día antes que el rey... Durante unos instantes, el tiempo se
congeló. Un murmullo corrió por entre los invitados. El rey siempre había
dicho que no creía en los magos ni en las adivinaciones, pero lo cierto es que
no se animó a matar al mago. Lentamente el soberano bajó los brazos y se
quedó en silencio... Los pensamientos se agolpaban en su cabeza. Se dio
cuenta de que se había equivocado. Su odio había sido el peor consejero. -
Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué te sucede? – preguntó el invitado. - Me
siento mal - contestó el monarca – voy a ir a mi cuarto, te agradezco que hayas
venido. Y con un gesto confuso giró en silencio encaminándose a sus
habitaciones... El mago era astuto, había dado la única respuesta que
evitaría su muerte. ¿Habría leído su mente? La predicción no podía ser
cierta. Pero... ¿Y si lo fuera?... Estaba aturdido Se le ocurrió que sería
trágico que le pasara algo al mago camino a su casa. El rey volvió sobre sus
pasos, y dijo en voz alta: - Mago, eres famoso en el reino por tu sabiduría,
te ruego que pases esta noche en el palacio pues debo consultarte por la mañana
sobre algunas decisiones reales. - ¡ Majestad!. Será un gran honor... – dijo
el invitado con una reverencia. El rey dio órdenes a sus guardias personales
para que acompañaran al mago hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y
para que custodiasen su puerta asegurándose de que nada pasara... Esa noche
el soberano no pudo conciliar el sueño. Estuvo muy inquieto pensando qué pasaría
si el mago le hubiera caído mal la comida, o si se hubiera hecho daño
accidentalmente durante la noche, o si, simplemente, le hubiera llegado su
hora. Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su
invitado. Él nunca en su vida había pensado en consultar ninguna de sus
decisiones, pero esta vez, en cuánto el mago lo recibió, hizo la pregunta...
necesitaba una excusa. Y el mago, que era un sabio, le dio una respuesta
correcta, creativa y justa. El rey, casi sin escuchar la respuesta alabó a su
huésped por su inteligencia y le pidió que se quedara un día más, supuestamente,
para “consultarle” otro asunto... (obviamente, el rey sólo quería asegurarse de
que nada le pasara). El mago – que gozaba de la libertad que sólo conquistan
los iluminados – aceptó... Desde entonces todos los días, por la mañana o por
la tarde, el rey iba hasta las habitaciones del mago para consultarlo y lo
comprometía para una nueva consulta al día siguiente. No pasó mucho tiempo
antes de que el rey se diera cuenta de que los consejos de su nuevo asesor eran
siempre acertados y terminara, casi sin notarlo, teniéndolos en cuenta en cada
una de las decisiones. Pasaron los meses y luego los años. Y como
siempre... estar cerca del que sabe vuelve el que no sabe, más sabio. Así
fue: el rey poco a poco se fue volviendo más y más justo. Ya no era despótico
ni autoritario. Dejó de necesitar sentirse poderoso, y seguramente por ello dejó
de necesitar demostrar su poder. Empezó a aprender que la humildad también
podía ser ventajosa empezó a reinar de una manera más sabia y bondadosa. Y
sucedió que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo había querido
antes. El rey ya no iba a ver al mago investigando por su salud, iba
realmente para aprender, para compartir una decisión o simplemente para charlar,
porque el rey y el mago habían llegado a ser excelentes amigos. Un día, a más
de cuatro años de aquella cena, y sin motivo, el rey recordó. Recordó aquel
plan aquel plan que alguna vez urdió para matar a este su entonces más odiado
enemigo Y sé dio cuenta que no podía seguir manteniendo este secreto sin
sentirse un hipócrita. El rey tomó coraje y fue hasta la habitación del mago.
Golpeó la puerta y apenas entró le dijo: - Hermano, tengo algo que contarte
que me oprime el pecho - Dime – dijo el mago – y alivia tu corazón. -
Aquella noche, cuando te invité a cenar y te pregunté sobre tu muerte, yo no
quería en realidad saber sobre tu futuro, planeaba matarte y frente a cualquier
cosa que me dijeras, porque quería que tu muerte inesperada desmitificara para
siempre tu fama de adivino. Te odiaba porque todos te amaban... Estoy tan
avergonzado... - Aquella noche no me animé a matarte y ahora que somos
amigos, y más que amigos, hermanos, me aterra pensar lo que hubiera perdido si
lo hubiese hecho. Hoy he sentido que no puedo seguir ocultándote mi
infamia. Necesité decirte todo esto para que tú me perdones o me desprecies,
pero sin ocultamientos. El mago lo miró y le dijo: - Has tardado mucho
tiempo en poder decírmelo. Pero de todas maneras, me alegra, me alegra que lo
hayas hecho, porque esto es lo único que me permitirá decirte que ya lo sabía.
Cuando me hiciste la pregunta y bajaste tu mano sobre el puño de tu espada, fue
tan clara tu intención, que no hacía falta adivino para darse cuenta de lo que
pensabas hacer, - el mago sonrió y puso su mano en el hombro del rey. – Como
justo pago a tu sinceridad, debo decirte que yo también te mentí... Te confieso
hoy que inventé esa absurda historia de mi muerte antes de la tuya para darte
una lección. Una lección que recién hoy estás en condiciones de aprender, quizás
la más importante cosa que yo te haya enseñado nunca. Vamos por el mundo
odiando y rechazando aspectos de los otros y hasta de nosotros mismos que
creemos despreciables, amenazantes o inútiles... y sin embargo, si nos damos
tiempo, terminaremos dándonos cuenta de lo mucho que nos costaría vivir sin
aquellas cosas que en un momento rechazamos. Tu muerte, querido amigo,
llegará justo, justo el día de tu muerte, y ni un minuto antes. Es importante
que sepas que yo estoy viejo, y que mi día seguramente se acerca. No hay ninguna
razón para pensar que tu partida deba estar atada a la mía. Son nuestras vidas
las que se han ligado, no nuestras muertes. El rey y el mago se abrazaron y
festejaron brindando por la confianza que cada uno sentí en esta relación que
habían sabido construir juntos... Cuenta la leyenda... que misteriosamente...
esa misma noche... el mago... murió durante el sueño. El rey se enteró de la
mala noticia a la mañana siguiente... y se sintió desolado. No estaba
angustiado por la idea de su propia muerte, había aprendido del mago a
desapegarse hasta de su permanencia en el mundo. Estaba triste, simplemente
por la muerte de su amigo. ¿Qué coincidencia extraña había hecho que el rey
pudiera contarle esto al mago justo la noche anterior a su muerte?. Tal vez,
tal vez de alguna manera desconocida el mago había hecho que él pudiera decirle
esto para quitarle su fantasía de morirse un día después. Un último acto de
amor para librarlo de sus temores de otros tiempos... Cuentan que el rey se
levantó y que con sus propias manos cavó en el jardín, bajo su ventana, una
tumba para su amigo, el mago. Enterró allí su cuerpo y el resto del día se
quedó al lado del montículo de tierra, llorando como se llora ante la pérdida de
los seres queridos. Y recién entrada la noche, el rey volvió a su
habitación. Cuenta la leyenda... que esa misma noche... veinticuatro horas
después de la muerte del mago, el rey murió en su lecho mientras dormía...
quizás de casualidad... quizás de dolor... quizás para confirmar la última
enseñanza
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De: Tatiana |
Enviado: 29/12/2012 02:30 |
Ahora es tu turno. Estás
aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mirate a vos mismo. No hay
posibilidad de que seas otra persona. Podes disfrutarlo y florecer regado con
tu propio amor por vos, o podes marchitarte en tu propia condena...
sabia reflexión
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De: Tatiana |
Enviado: 29/12/2012 02:33 |
Para
aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo. Si uno quiere
correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como
siempre.
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De: Tatiana |
Enviado: 22/01/2013 06:40 |
Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu fragancia.Simplemente mírate a vos mismo. No hay posibilidad que seas otra persona.Podes disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor por vos, o podes marchitarte en tu propia condena
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De: Tatiana |
Enviado: 22/01/2013 06:43 |
Su
marido que pocas horas antes había sido llevado al cadalso volvía ahora,
exitoso, acaudalado y exultante... Cuando estuvo a solas el hombre le contó
los hechos. - Estás LOCO – chilló la mujer – enseñar a hablar al oso del zar.
Tú, que ni siquiera has visto un oso de cerca, ¡Estás, loco! Enseñar a hablar
al oso... Loco, estás loco... - Calma mujer, calma. Mira, me iban a cortar la
cabeza mañana al amanecer, ahora... ahora tengo dos años... En dos años pueden
pasar tantas cosas en dos años. En dos años... – siguió el sastre - se puede
morir el zar... me puedo morir yo... y lo más importante... por ahí el ¡¡oso
habla!!
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De: Tatiana |
Enviado: 22/01/2013 06:46 |
Cuenta la leyenda... que misteriosamente...
esa misma noche... el mago... murió durante el sueño. El rey se enteró de la
mala noticia a la mañana siguiente... y se sintió desolado. No estaba
angustiado por la idea de su propia muerte, había aprendido del mago a
desapegarse hasta de su permanencia en el mundo. Estaba triste, simplemente
por la muerte de su amigo. ¿Qué coincidencia extraña había hecho que el rey
pudiera contarle esto al mago justo la noche anterior a su muerte?. Tal vez,
tal vez de alguna manera desconocida el mago había hecho que él pudiera decirle
esto para quitarle su fantasía de morirse un día después. Un último acto de
amor para librarlo de sus temores de otros tiempos... Cuentan que el rey se
levantó y que con sus propias manos cavó en el jardín, bajo su ventana, una
tumba para su amigo, el mago. Enterró allí su cuerpo y el resto del día se
quedó al lado del montículo de tierra, llorando como se llora ante la pérdida de
los seres queridos. Y recién entrada la noche, el rey volvió a su
habitación. Cuenta la leyenda... que esa misma noche... veinticuatro horas
después de la muerte del mago, el rey murió en su lecho mientras dormía...
quizás de casualidad... quizás de dolor... quizás para confirmar la última
enseñanza
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De: Tatiana |
Enviado: 22/01/2013 06:49 |
asta que un día, un terrible día para su historia, el animal
aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso,
que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene
registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco
después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente
ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra
vez...
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