Poema Caminos
de Antonio Machado
De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la
tarde silenciosa,
a solas con mi sombra y con mi pena.
El río va
corriendo,
entre sombrías huertas
y grises olivares,
por los alegres
campos de Baeza
Tienen las vides pámpanos dorados
sobre las rojas
cepas.
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y
espejea.
Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla
de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta
tibia tarde de noviembre,
tarde piadosa, cárdena y violeta.
El viento
ha sacudido
los mustios olmos de la carretera,
levantando en rosados
torbellinos
el polvo de la tierra.
La luna está subiendo
amoratada,
jadeante y llena.
Los caminitos blancos
se cruzan y se
alejan,
buscando los dispersos caseríos
del valle y de la
sierra.
Caminos de los campos...
¡Ay, ya, no puedo caminar con ella!
de la Red
Sonia_Tatiana