Vengo de tu jardín de altos aromas, con esta flor que embriaga como un
vino. Quizás por eso fue que en el camino me siguió una bandada de
palomas.
Y ahora, en mi huerto, en esta entristecida paz del que nada
odia y nada ama, me tropiezan los pies con una rama seca y rota, lo mismo
que mi vida.
Y, como quien regresa del olvido y se hermana al dolor de
otra derrota, pongo la flor sobre la rama rota
para hacerle creer que ha
florecido.
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