Xiomara Baldomero me consulta lo siguiente: “¿Los perros grandes no son más inteligentes que los pequeños, si sus cerebros son más grandes?, y ¿por qué los perros pequeños son más coléricos que los grandes?”

Lo que ocurre es que a pesar de lo que pudiera pensarse, la diferencia de tamaño entre un cerebro de chihuaheño (la raza más pequeña) y el de un San Bernardo (la raza más voluminosa) no es tan grande.

Una manera de darse cuenta de ello es que, por lo general, los perros pequeños tienen un cráneo más redondo, más grande en relación con el resto del cuerpo, que los grandes.

De hecho, hay más posibilidades de que un perro grande sea incluso menos listo que uno pequeño, debido a que un cerebro prácticamente igual debe administrar un cuerpo varias veces mayor, quedando menos “espacio” para la mente reflexiva, pues la mayoría se dedicaría a los comportamientos instintivos.

Para contestar la segunda pregunta, tendremos primero que meternos en la geometría.

Me explico (o trato): un cubo de un centímetro de lado (un volumen de un centímetro cúbico) tiene seis caras, cada una de un centímetro cuadrado (en total, una superficie de seis centímetros cuadrados). Con un cubo de ocho centímetros de lado tenemos un volumen de 512 centímetros cúbicos, para una superficie 384 centímetros cuadrados. Lo que vemos aquí es que el volumen aumenta con mayor rapidez que la superficie.

Ahora bien, un cuerpo cualquiera conserva mejor el calor si su superficie es relativamente pequeña en comparación con él (todo el calor del interior tratará de escapar por la superficie, así que cuanto menos superficie total haya, menos posibilidad tendrá de escapar).

Ello determina que un perro pequeño deba reponer el calor corporal que se escapa por su piel con mayor rapidez que uno grande (pues la superficie en relación de su cuerpo es extensa), lo cual significa un metabolismo más acelerado. Y uno de los efectos de un metabolismo acelerado es, ¿adivinaron?, un genio de perros…