Cosas Veredes
El experimento de Franklin
En 1952, en plena época de la ilustración, donde se pensaba que todos los fenómenos observables eran susceptibles a ser explicados con argumentos naturales y racionales, todavía había fuerzas que, para la mayoría de la gente, eran de origen divino, o al menos casi que mágico.
Martes 23 de Julio del 2013
Por: Ronny Ugarte Quirós.
Karl Roscoe me escribe lo siguiente: “¿Podría explicarme cómo fue el famoso experimento de Benjamín Franklin para demostrar que el rayo era electricidad, y cómo sabía que no iba a ser electrocutado?”
En 1952, en plena época de la ilustración, donde se pensaba que todos los fenómenos observables eran susceptibles a ser explicados con argumentos naturales y racionales, todavía había fuerzas que, para la mayoría de la gente, eran de origen divino, o al menos casi que mágico.
Uno de ellos era el rayo. Se veía a aquel relámpago luminoso tronar a gran potencia e incendiar casas y bosques, y hasta matar personas, y se pensaba que era algo así como una especie de martillo divino con el cual la divinidad expresaba, de manera un tanto caprichosa, su ira.
Benjamín Franklin se propuso demostrar que el rayo era un fenómeno natural. Y como desde su perspicaz visión el rayo se parecía tanto a las chispas que podía apreciar en las botellas de Leyden (que son botellas con dos terminales metálicas, que se cargan con electricidad estática al frotarlas y que crean chispas entre ambas terminales), llegó a la conclusión que los rayos eran más bien enormes, descomunales chispas eléctricas.
Para ello, preparó una cometa en cuyo extremo elevado colocó una aguja de metal, atada a un cordel en cuyo extremo inferior ató una llave. Él mismo se colocó en un cobertizo para que la lluvia no lo mojara a él ni a un cordel de seda atado al cordel, con el que podía controlar la cometa pero podía también aislarse. Pronto notó que al ganar altura, el cordel se erizaba… justo lo esperable por causa de la electricidad.
Además, si acercaba la mano, saltaban chispas, y si acercaba una botella de Leyden, la misma se cargaba de electricidad estática. Con ello demostró que el rayo, verdaderamente, era una gran descarga de electricidad proveniente de las nubes.
Franklin en realidad no sabía el riesgo que corría. De hecho, otros investigadores que quisieron reproducir su experimento resultaron fulminados por potentes descargas… triste confirmación de lo que Franklin había afirmado.