Enseñarle a un pequeño/a a andar en bicicleta suele ser un momento muy interesante y permite una reflexión más amplia. El problema reside en el momento justo de sacarlas rueditas de la bicicleta. ¿Cuándo puede valerse por sí mismo y no necesita de ese sostén, incluso, de nosotros caminando a su lado? ¿Y si se cae o golpea? ¿Está en condiciones de andar solo? ¿Y si siente que lo estamos abandonando?. Estas suelen ser las dudas de los adultos.
La metáfora de la bicicleta y las rueditas me venía a la mente cada vez que llegaba a la escuela en tiempos de adaptación y veía a las madres y padres del Jardín.
En muchos casos, la situación de "despegue" parecía eterna, muchas mamás y papás no lograban tomar la decisión de "sacarle las rueditas" , decisión que terminaba tomando la educadora de párvulos. en realidad, mi impresión es que no querían "sacárselas", necesitaban que siguieran necesitándolos y los sumía en una profunda depresión la idea de que se quedaran con la docente y los compañeros sin angustiarse cuando se iban.
¡Dura tarea la de la educadora!, poner el corte allí donde los padres no pueden ponerlo, asumir el rol de la "que se queda con mi hijo/a cuando yo quisiera estar".
¿Cómo hace un peque para quedarse tranquilo en el Jardín, si además de su adaptación tiene que asumir la de su mamá/ papá? ¿Cómo crecer con una mamá/ papá que necesita seguir teniendo un bebé? ¿Cómo asumir las angustias de lo nuevo cuando del otro lado nos prometen la seguridad y el "calor de lo conocido"?.
Es muy difícil administrar la gradualidad del despegue, tener la madurez y seguridad de tomar distancia para dejarlos crecer cuando "lo único que queremos en la vida" es tenerlos al lado.
Me parece que la adaptación es un tema sobre el que hay que trabajar. Docente y padres deben acordar cómo será el proceso, y la educadora deberá anticiparles que si se dificulta, ella tomará la decisión con los costos que implica. pero debe hacerlo antes de la crisis, cuando lo planifica cómo transitar el proceso.
Crecer, aprender, madurar, es asumir el desafío de "saltar a lo desconocido", "despegarnos de lo conocido" perdiendo la calidez y la seguridad de lo familiar. Aprendemos porque arriesgamos, porque asumimos los costos de lo nuevo y porque existen unos adultos que nos dan la garantía de que nos ayudarán si hay dificultades.
Es la gran paradoja... porque los amamos queremos que estén toda la vida con nosotros, pero también porque los amamos queremos que crezcan. La madurez es entender que crecer es lo mejor para ellos... más allá de nosotros... y es una renuncia a nuestro egoísmo.