Para experimentar paz y prosperidad más plenamente, mantengo el hábito de dejar ir aquellas pertenencias que ya no necesito o deseo. Al soltarlas, hago espacio para el nuevo bien que deseo disfrutar. Liberar hace que mi mundo sea más espacioso. Abre el camino para la libre circulación de la provisión infinita de Dios.
Dejar ir no tiene que ser doloroso. Soy libre para conservar aquellas cosas que son útiles, artísticas o de valor sentimental, y soltar aquello que ya ha cumplido su propósito. Donar, reciclar o vender posesiones que ya no necesito crea espacio en mi hogar.
Antes de comenzar, oro por guía divina. Luego, gozosamente pongo en acción el poder limpiador de dejar ir.
Porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.—Lucas 12:15