Yo soy parte de un círculo infinito de luz espiritual que ilumina el mundo. Estar consciente de que yo soy uno con Dios refuerza mi fe y profundiza mi comprensión del gran poder y presencia en mí. En tiempos de contemplación tranquila percibo esta Verdad intemporal y siento que mi mente, cuerpo y alma irradian luz.

Esta conciencia de mi identidad divina permanece conmigo todo el día, levantando mi ánimo, vigorizando mis pasos y abriendo mi corazón con amor a todos a mi alrededor.

Mis momentos sagrados de oración profundizan la conexión espiritual que comparto con todos los seres. Veo que cada uno expresa su divinidad de forma única. Esta realización me eleva a nuevas alturas de conciencia espiritual.

Mi fe me lleva a través de todas las circunstancias y me da poder para pensar y soñar en grande. La fe me ayuda a superar pensamientos de limitación, duda y miedo. Puede que todavía no vea el resultado de mis oraciones, mas tengo en cuenta que el orden divino se está desarrollando.

Las respuestas y oportunidades llegan en el momento perfecto. Al orar, visualizo que mis sueños se hacen realidad. Utilizo el poder de mi fe para imaginar la vida que deseo vivir.

Si siento dudas, puedo orar, meditar, hablar y actuar con convicción hasta que vuelva a tener fe en que mi bien se está manifestando. Mantengo vivo mi vínculo con el Espíritu divino en todo momento. Me siento lleno de fe, ¡y siempre esperando lo mejor!

Hoy elijo permanecer atento al centro de paz en mí. Allí, las noticias del mundo no pueden abatir mi mente ni perturbar mi corazón. Calladamente, en el lugar secreto del Altísimo, oro y dirijo mi conciencia hacia el Espíritu omnipresente.

Mi mente está centrada en Dios y afirmo vida, salud, armonía y paz. El poder y la presencia divina es lo único que existe. Mientras regreso mi atención al mundo que me rodea, mi percepción ha cambiado. Ya no me desanimo por las noticias de conflictos o luchas.

Comparto mi conciencia de oración afirmando armonía y paz en beneficio de todas las personas. ¡La oración bendice y transforma al mundo!

Versiones de la regla de oro pueden ser encontradas en todas las religiones del mundo. Hoy establezco la intención de vivir según esta regla eterna que me insta a tratar a los demás de la manera que deseo ser tratado.

Veo lo Divino en mí como hijo o hija de Dios, y trato a los demás con el mayor aprecio posible; reconozco y celebro la divinidad innata que compartimos. Ofrezco respeto en todas mis interacciones con los demás.

Me comprometo a escuchar sin interrumpir. Practico la paciencia con las personas que no mantienen mi ritmo. Transformo toda impaciencia con compasión. Percibo a mis vecinos como mis maestros y los trato con reverencia.

Los niños experimentan al mundo de una manera única: la primera nevada; la energía juguetona y vibrante de un perrito; un arcoiris; una galleta. Estas nuevas experiencias están llenas de emoción, sorpresa y magia. Mi sentido de la maravilla ha evolucionado, mas continúo acogiendo los descubrimientos y avances en mi vida con emoción y fe.

Puedo idear una forma nueva de realizar una tarea. Tal vez decida reanudar el contacto con un amigo después de muchos años. Un principio espiritual puede cambiar mi perspectiva. Consigo aportar más emoción a mi vida al intentar algo nuevo, como aprender a tocar un instrumento musical o estudiar un nuevo idioma. Al llenar mi vida de emoción me siento cada vez más vivo.

Desde el principio, los seres humanos hemos deseado comprender los misterios de la vida. Gracias a los descubrimientos de mis antecesores he aprendido y crecido, y espero que las generaciones futuras también se beneficien de lo que yo aprendí y compartí. Muchos han contribuido a la comprensión del poder del pensamiento, la oración, los momentos devotos y el servicio.

Yo soy un eslabón en esa cadena. Utilizo mis prácticas espirituales para avanzar y ayudar a crear un mundo mejor; un mundo más amable para el disfrute de las futuras generaciones de buscadores espirituales. Doy gracias por el aporte de quienes vinieron antes de mí, y honro su legado compartiendo su visión.

Momentos tranquilos en un jardín fragante o pasear frente a un lago u otro lugar bello suscita una profunda conciencia de paz. También disfruto de paz en compañía de familiares, amigos y aquellas personas con quienes he compartido vivencias profundas.

Gracias a mi creciente conciencia espiritual, expreso paz dondequiera que esté. La verdadera serenidad proviene de lo profundo de mi ser. Si me siento atribulado, hago una pausa, respiro profundamente y libero el temor y la preocupación. Al centrar toda mi atención en la Presencia divina, respiro una paz que calma mis emociones, sosiega mis pensamientos y da descanso a mi cuerpo. Continúo inhalando paz y exhalando aquello que no es para mi mayor bien, y avanzo con renovada claridad y confianza.