Afonía del alma,
para contener mi penas.
Huellas,
pies descalzos,
en el sol poniente
de mi vera...
Atardeceres dorados,
rostros dormidos del ayer,
trasfigurados,
devueltos al polvo...
Como si quisieran hablarme,
desde el silencio,
desde su infinita estrella...
En el delirio ensimismado
escucho sus ecos,
sus latidos llamándome...
Al final de mi ocaso...
En el sublime
despertar de un sueño.