Dios en mí es el manantial de todo poder y entusiasmo, la cuna de la compasión y el amor puros; la fuente de la verdadera sabiduría y comprensión. Ante las oportunidades y retos de la vida, Dios en mí es el único fundamento verdadero que me lleva hacia la gloria y el éxito.
Al considerar los deseos de mi corazón, así como mis metas y mis sueños, invito a y permito que el poder y la presencia de Dios me dirijan —de alma, cuerpo y corazón— hacia mi mayor bien. Irradio amor, gozo y paz cuando sigo a mi corazón. En armonía con lo Divino en mí, supero los retos y aprovecho las oportunidades con fe y optimismo. Confío los resultados finales a Dios.
Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria.—Colosenses 3:4
Me adapto y recobro fácilmente del cambio. Yo soy resiliente.
El cambio existe en todo momento; el tiempo avanza con cada segundo que pasa y hasta mis células están en crecimiento y renovación continuos. Sólo tengo que mirar a la naturaleza para ver que nada permanece igual. Las estaciones y las etapas de la naturaleza me enseñan que el cambio es la vida en avance y evolución.
Sin embargo, a veces me resisto y trato de forzar las cosas para que permanezcan iguales. No necesito temer el cambio, porque tengo la habilidad de adaptarme y recobrarme de cualquier reto. Confío en que todo cambio es para mi mayor bien, aunque no pueda verlo. ¡Sé que puedo perseverar porque soy resiliente!
Por eso, no nos fijamos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.—2 Corintios 4:18