Has probado las sopas instantáneas? Un poco de agua, revolver, y… listo!
Bien… nos han hecho creer que el Amor también es así: instantáneo.
Dos que se atraen en los primeros diez minutos de la película, transitan cuatro
días o dos meses con encendidas miradas que se cruzan… y ya está!
Entonces se dicen las ineludibles palabras: “TE AMO”. No, no, no!
Corte, señor Director! Ese guión está mal escrito!
El Amor no es una sopa instantánea: es una comida compleja, de cocción
muy,
muy lenta…
Es más: nos han hecho creer que “cuando el Amor aparece” es como si
estuvieras ante una mesa con mantel blanco y velas encendidas,
y un Alguien anhelado te lo fuera a servir en bandeja de plata.
No, no, no! No te lo dan así: la vida te trae sólo una cesta rústica con muchos
ingredientes.
Y tendrás que trabajar arduamente con ellos: llorar pelando cebollas,
mascar amarguras, quemarte, equivocarte en la mezcla y tirarla una y cien veces.
Hasta que quizás logres cocer el manjar.
Y puede que tenga fecha de vencimiento.
Pero puede ser, en cambio, que hayas logrado gestar con el otro un alimento
no-perecedero: en la India hay una palabra que es prema = devoción del uno
hacia el otro.
Amor Consciente.
A medida que corta, pela, revuelve… cada cocinero se va transformando
Pues es más que cocina: es alquimia!
Y eso tiene un valor extraordinario, porque aunque lo cocido, al final,
no fuera comido ya por nadie, -si el vínculo se malograra-,
hay algo que justifica plenamente esa tarea: que el cocinero pueda salir
del vínculo más maduro, más crecido… más sabio.
En ese caso, la experiencia que haya desarrollado implicará una pericia que
le quedará disponible para sí mismo, pues se podrá perder o arruinar el
objeto de amor, pero el Amor, jamás: es una habilidad que queda dentro de uno.
Sí: saber amar requiere de entrenamiento. (Nunca nos lo dijeron!)
Y cuando se dé una nueva ocasión es posible que ese cocinero,
antes torpe, compruebe que se ha ido convirtiendo en un verdadero cheff:
sabe distinguir mejor los ingredientes nobles de los potencialmente tóxicos,
sabe descartar una mala poción a tiempo, sabe, cuando el potaje es bueno,
tenerle paciencia al fuego lento para que no se arrebate con demasiada intensidad…
Todos lo sabemos en relación a la amistad: para que uno diga “Es mi mejor amigo”,
¿cuántos años tienen que haber pasado? ¿Cuántas pruebas superadas juntos?
Entonces: si decimos que una pareja es “más que una amistad”,
¿cómo puede uno afirmar a los quince minutos de iniciada su propia película
“Es el hombre (o la mujer) de mi vida” ?
Esa falta de realismo produce inevitablemente DOLOR.
Pero ese dolor puede hacer que comprendamos que el Amor no es como nos lo dijeron.
Que necesitramos tirar a la basura nuestras insensatas creencias sobre lo
que supuestamente es el Amor.
Que ese raro manjar sólo puede elaborarse con TIEMPO y con TRABAJO INTERNO:
explorar un vínculo nuevo hasta conocerlo, y, sobre todo,
CONOCERSE A SÍ MISMO A TRAVÉS DE ESE VÍNCULO.
Eso es el Amor Consciente.