Manuela Sáenz y Simón Bolívar
Un amor rebelde
En 1822, el ya aclamado Libertador visita a Quito. En medio de una gran fiesta celebrada en la capital ecuatoriana Bolívar conoce a Manuela Sáenz, una joven rebelde casada por conveniencia familiar con un negociante inglés. La leyenda cuenta que el flechazo fue instantáneo y que, a partir de ese momento, Manuelita se convirtió en la amante del libertador.
El amor de Bolívar y Manuela, enmarcado dentro las revoluciones políticas que vivía el continente suramericano, estuvo caracterizado por románticas cartas y fugaces encuentros. Además de ser una celosa amante, Manuela llego a ser la confidente política de El Libertador. Sus intereses en la política y su relación con Bolívar en poco tiempo la convirtieron en coronela del ejército bolivariano.
La valentía de Manuela y su amor por el libertador llegaron a su máxima expresión una noche de 1828 cuando unos oficiales alzados intentaron asesinar a Bolívar quien se encontraba con Manuela en el Palacio Presidencial. Gracias a la astucia de Manuela, el Libertador logra escapar por la ventana a tiempo y evita el encuentro con la muerte. Desde ese día, el propio Bolívar la llamó la Libertadora del Libertador.
Tras la muerte de Bolívar, Manuela fue blanco del un repudio colectivo. Exilada de su país natal y con prohibición de entrada a Colombia, se instaló en el Puerto de Paita en Perú.
Sucumbida en una terrible amargura y atada a una silla de ruedas, Manuela vivió sus últimos años recordando a sus amores con el Libertador hasta que muere por causa de una terrible epidemia en 1865.