A MI HIJO
Alguien dijo que recuerdas un niñito de Murillo, y en verdad que lo pareces por tu gracia y por tus rizos.
Tienes cabellos castaños, ensortijados y finos con algo de oro en las sienes, como si fuera rocío.
La tez pálida y morena, negros ojos expresivos que miran llenos de asombro, como miran los del niño.
Estabas con tus juguetes, de pie sobre el ancho piso, cuando te vi. de repente junto al blanco corderillo; y al mismo tiempo la imagen que tuviera en el olvido apareció viva y fuerte, tan clara como un prodigio.
Sin perder un solo instante, entré de un salto al recinto y trepando como pude saqué el Cristo de su sitio, colocándolo a tu lado según era mi designio.
Y después, en un arranque de ternura y de cariño, orgullosa más que nunca de mi hijo y de mi niño, exclamé dándote un beso en ese rostro tan lindo: «¡Eres el San Juan Bautista más delicioso que he visto!» |