El difícil arte de la fe
Tener fe es
eliminar de la vida el “¿Y si…?”
Caminando con la cabeza
erguida,
sin volver la vista atrás ni hacia los lados;
es
tener a convicción de que
suceda lo que suceda,
el objetivo será alcanzado.
Habrá quien
piense que tener fe
es aventarse a un pozo oscuro,
sin saber lo
que le espera allá abajo;
pero es exactamente lo contrario.
Quien tiene fe,
sí se avienta a un
pozo oscuro, pero sabiendo,
a través de los ojos espirituales lo que
le espera y,
no duda de ello;
construye su arca con la seguridad
de
que la lluvia vendrá;
abre los ojos a la promesa y cierra los oídos
a
los que intentan hacerlo desistir con dudas;
anda sobre las aguas y
siente tierra firme bajo los pies;
ve salidas y continúa caminando
donde
otros desistieron.
Tenemos fe cuando contamos con la certeza
absoluta
de que no estamos solos.
Sabemos que una Mano nos guía,
Brazos
que nos esperan y eso nos reconforta.
Perdemos
bendiciones porque en
medio del camino,
principalmente si es largo,
comenzamos a
cuestionar.
No es fácil para nadie mantenerse en posición de fe
cuando
todo parece contrario a lo que se espera.
Las personas más próximas a
Jesús dudaron.
Pedro comenzó a hundirse al andar sobre las aguas,
todos
los discípulos entraron en pánico
por causa de una tempestad,
aún
sabiendo al maestro a su lado
y Tomás quiso tocar la
herida con sus propias
manos.
Así somos, incrédulos,
porque somos demasiado
materialistas.
Si fuéramos más espirituales
nuestra vida sería
diferente.
Quien solo cree en aquello que
ve, solo experimenta
aquello que ve;
quien cree en Dios,
experimenta la diversidad de bendiciones
que
Dios coloca a nuestra disposición.
La fe es un ejercicio diario de
confianza en Dios
y es el resultado de la convivencia con Él.
Solo
que Dios no es un Dios que se impone.
Cabe a nosotros la búsqueda.
Quien
ya tiene fe,
planta en desiertos y ve campos floridos.
Quien no
la tiene, pida,
que Dios da con alegría.
Letícia Thompson