APOLO.
También hijo de Zeus, siendo imagen del Sol, causó gran dolor a su madre Leto (la Luna) en su nacimiento. Hera, celosa, trató de retener junto a ella a Elitia, diosa de los niños, para que Apolo no naciera; pero Iris, la mensajera de los dioses, deshizo los hechizos de Hera y permitió que Elitia llegara junto a Leto en la isla de Delos. Cuando Apolo nació, Temis depositó en sus labios unas gotas de ambrosía y le permitió ascender en el cielo. Pero de todos modos, Apolo debe luchar permanentemente contra las nubes que oscurecen su brillo, y el invierno que atenúa su calor. En otoño, se refugia voluntariamente en la región de las Hiperboreales, pero retorna cada privamera en un carro tirado por cisnes.
Todos los frutos de la tierra reciben la acción de Apolo, que les hace germinar y también los destruye; es a la vez responsable de la peste de diezma los animales y los hombres, como de su recuperación. De él, su hijo Esculapio recibe el don de curar todos los males, la medicina del cuerpo y del alma. Es inspirador del arrepentimiento que reconcilia a los culpables con los hombres y los dioses.
Es también Apolo el dios de la música. Sosteniendo en sus brazos una cítara, preside el coro de las Musas, cuya inspiración reciben tanto los músicos como los poetas; y además en los diversos oráculos de Grecia, sobre todo en el de Delfos, transmite las profecías a las Sibilas.
Celi.
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