SACUDE LA SOLEDAD!!!
Acabarás sola, como una piedra a la que nada puede decirle
la corriente de las almas y el palpitar del mundo.
Tu soledad es niebla, es humo. No ves necesidades, no oyes
lamento, no te sacude la sed de vivir.
La soledad no es física: es de espíritu, de alma.
A veces, rodeados de seres, sentimos frío, y rodeados
de ausentes queridos, sentimos un gran calor.
A veces, el encuentro de dos soledades produce compañía
y la presencia de dos que se repelen produce soledad.
A veces estás desabrida, te rinde la nostalgia y vives
una desesperada soledad que no sabes curar.
Pero quieres saborear sola tus lágrimas.
Que no te recuerden tu deuda de amor con los demás, ni tu
deber de caridad para el mundo.
Agrandas tu soledad queriendo olvidarte de ella.
Lloras sola en tu almohada, nunca junto a un amigo o
haciendo girar el tono de tus recuerdos. Te aprieta el corazón
un mundo donde la gente va en tropel de un lado a otro…
porque a veces la soledad es mundo, gente, superficialidad,
aturdimiento, nada.
Solo la verás huir cuando enciendas tu propia luz, modeles
tus propias raíces y aprendas la lección y el prodigio del
cotidiano vivir.
La soledad más amarga es la de dos esposos en techos distintos.
La soledad más persistente, la del vacío de uno y la ternura de
otro, que no saben encontrarse.
La soledad más desesperante, la de las manos que se atraen
por su tibieza y se separan por su orgullo. Eso de faltar a las
manos el apretón, la calidez además de soledad es aridez
y sequía.
Cuando te sumes en la soledad, todo es inútil. Como un pincel
estático, sin inspiración, sin deseos, sin ganas, sin nada. Como un paisaje desolador, desnudo, sin flores, sin hojas, sin
nudos, sin pájaros, sin nido. ¡Un pincel que torna oscuros todos
los colores del universo!
La soledad te está debilitando valores, bases y columnas.
Algunas fisuras debes tener, algunos espacios vacíos, algunas
rendijas abiertas, algún resquicio por llenar, cuando se te ha
infiltrado tanto desperdicio, tanta inercia y tanta soledad.
La soledad no deprime. Lo que deprime es amurallarse en ella.
Los achaques y las penas no aplastan. Lo que aplasta es nuestra
mente, que los agranda hasta que nos caen encima como un
manto tupido e impenetrable de soledad.
Las limitaciones no destruyen. Lo que destruye es no
querer lidiar con ellas ¡y rendirse en nombre de la soledad!
Sacude la soledad, porque el mundo necesita tus hombros
para cruces más pesadas que las tuyas, necesita tus ojos para
lágrimas más tristes y más amargas que las tuyas, necesita
tus manos para socorrer necesidades más imperiosas y más
apremiantes que las tuyas.
Necesita tus palabras para que alguien reviva; tus brazos, para
que alguien se sostenga, y tu ternura, para que alguien se
acuerde de que existe el amor.
La soledad es la filosofía de lo negativo, donde la noche
no tiene amanecer, la jaula no tiene llave ¡y la tierra no tiene
flores!
La soledad es como el sollozo de la sonrisa, el tabique de la
esperanza y el congelamiento de la emoción.
¡Como lesiona el alma la soledad! ¡Como nubla la inteligencia,
oprime el corazón y endurece la vida!
No arrastres una soledad que te tiene como muerta, mientras
en la tierra todo florece, palpita, canta.
Todo es un impulso y un movimiento.
No te escapes tú misma de la felicidad tantas veces, huyendo
como una paloma acorralada y con frío, sin otra salida
que la depresión.
¡Sacude la soledad!
Es un hueco hondo que no te deja ver la luz.
No te vacíes de alas, que hay sueños para todas las edades.
¡Sacude la soledad, mujer! Y ama un poco más y un poco mejor.
Autora: Zenaida Bacardi de A.
Con amor...
Flaquita
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