El semáforo cambia a rojo, y yo detengo mi auto. Frente a mí ha quedado un coche de modelo viejo, opaca la pintura, desgastado. Va en él una familia: los esposos delante, y en el asiento trasero sus dos pequeños hijos, niño y niña.
Algo dice el marido. Su mujer ríe; luego se inclina y le da un beso en la mejilla. Los niños ríen también. Yo me doy cuenta de que he contado mal los pasajeros que van en ese viejo coche. Pensé que eran cuatro. No: son cinco.
Hay que contar a la felicidad. Cambia a verde el semáforo. Avanzamos, yo en mi automóvil, ellos en su carroza de oro
|