CENA DE GALA ACCIDENTADA
Muchas veces en mi vida
y aunque yo no quería ir
a grandes cenas de gala
tuve que concurrir.
Hace muchos años
no me lamenté de asistir
a una de esas fiestas
porque no me cansé de reir.
Cuando llegamos
muy buena atención
solícitos camareros
y una gran recepción.
El salón, a todo lujo,
pisos de parquet
arañas de fino cristal
y espejos en la pared.
Vino un joven para indicarnos
nuestro lugar en la mesa,
las sillas de suave raso,
fina cristalería, y ni que hablar
de los finísimos platos.
Nos sentamos y de pronto vi
a una mujer delante mío
yo diría más que gorda
con un vestido tan apretado
que yo me preguntaba
¿como se lo habrá colocado?
Esta corpulenta señora
fué a sentarse en la pequeña silla
pero la pobre le erró
y se resbaló
sintiéndose caer
quiso aferrarse de algo
y se agarró del manteeel !!!
Y ahí empezó el zafarrancho
volaron tenedores, cuchillos
y platos!!!
La fina cristalería se hizo...
añicos, en pequeños pedacitos
y desparramados por doquier
los exquicitos bocaditos.
¿Como contener la risa?
no se podía, ni yo ni nadie
no reíamos de la señora, nooo
sino de ese gran desastre.
Se movilizaron varios mozos
para la mujer levantar
con tantos kilos encima
se necesitaban muuuchos más.
Cuando pudo levantarse,
el vestido de la dama
con estupor miramos
que de la cintura a los pies
se le había rajaaado. !!!
Bueno, ella avergonzada
se retiró prontamente
y el personal de servicio
puso orden en el ambiente.
De esa cena accidentada
nunca me olvidé
porque de pasar a ser
algo fastidioso
de reir, no me cansé.
LEONOR