El perdón es un don Divino, y como tal es un mandato. Lo decimos en la oración que Jesús nos enseñó: "Perdona nuestras ofensas, como nosotros también perdonamos a los que nos ofenden" ¿queremos ser perdonados? ¡perdonemos entonces!
Independientemente de ésto, el perdón es altamente liberador y portador de paz. Mientras no perdonamos, recordamos una y otra vez la ofensa recibida...¿que pasa entonces? que volvemos a recibir la ofensa, pero ahora ya no de quien nos la infirió en un principio, sino por nosotros mismos...nos autoofendemos ¿tiene lógica entonces el guardar rencores?.
Nuestro perdón, ciertamente no beneficia en nada a nuestro agresor, así como nuestro rencor, tampoco lo afecta en modo alguno. Incluso puede ser que nuestro agresor, ya ni se acuerde de lo que nos lastimó, vive feliz y tranquilo, mientras nosotros nos revolvemos en el odio, y sentimos como éste muerde las entrañas...no se puede tener tranquilidad ni ser feliz mientras no se perdone...y se olvide desde luego. Sin olvido, no hay perdón auténtico. Es más, me atrevería a afirmar que el mayor beneficio del perdón, es el olvido...olvidamos, y al no haber recuerdos dolorosos, ya no hay nada que nos atore en nuestro crecimiento espiritual, ni en nuestra paz.
Por beneficio propio....¡hay que perdonar! y si dentro de todo, pedimos por aquel que nos hirió, la gratificación será al triple.
Gracias Chiqui-a
Flaquita