Lunes de la XIX Semana del Tiempo Ordinario.
LUNES 8 DE AGOSTO/11
PRIMERA LECTURA
Deuteronomio 10,12-22.
Y ahora, Israel, esto es lo único que te pide el Señor, tu Dios: que lo temas y sigas todos sus caminos, que ames y sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, observando sus mandamientos y sus preceptos, que hoy te prescribo para tu bien.
Al Señor, tu Dios, pertenecen el cielo y lo más alto del cielo, la tierra y todo lo que hay en ella.
Sin embargo, sólo con tus padres se unió con lazos de amor, y después de ellos los eligió a ustedes, que son su descendencia, prefiriéndolos a todos los demás pueblos.
Por eso, circunciden sus corazones y no persistan en su obstinación, porque el Señor, su Dios, es el Dios de los dioses y el Señor de los señores, el Dios grande, valeroso y temible, que no hace acepción de personas ni se deja sobornar.
El hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al extranjero y le da ropa y alimento. También ustedes amarán al extranjero, ya que han sido extranjeros en Egipto.
Teme al Señor, tu Dios, y sírvelo; vive unido a él y jura por su Nombre. El es tu gloria y tu Dios, y él realizó en tu favor esas tremendas hazañas de que fuiste testigo.
Porque cuando tus padres bajaron a Egipto, eran apenas setenta personas, y ahora el Señor te ha hecho numeroso como las estrellas del cielo.
PALABRA DE DIOS
¡TE ALABAMOS SEÑOR!
Salmo 147,12-13.14-15.19-20.
¡Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión!
El reforzó los cerrojos de tus puertas y bendijo a tus hijos dentro de ti; Èl asegura la paz en tus fronteras y te sacia con lo mejor del trigo.
Envía su mensaje a la tierra, su palabra corre velozmente;
Revela su palabra a Jacob, sus preceptos y mandatos a Israel: a ningún otro pueblo trató así ni le dio a conocer sus mandamientos. ¡Aleluya!
PROCLAMACION DEL SANTO Evangelio según San Mateo 17,22-27.
¡GLORIA A TI, SEÑOR!
Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús les dijo: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres: lo matarán y al tercer día resucitará". Y ellos quedaron muy apenados.
Al llegar a Cafarnaún, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: "¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?". "Sí, lo paga", respondió.
Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: "¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?".
Y como Pedro respondió: "De los extraños", Jesús le dijo: "Eso quiere decir que los hijos están exentos.
Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti".
PALABRA DEL SEÑOR
¡GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS!
MEDITACION
Liberados por el Hijo del hombre que se entrega a manos de los hombres
Todos los pueblos, por nuestro Señor Jesucristo, han sido liberados de los poderes que los habían hecho cautivos.
Es él, sí, es Èl quien nos ha rescatado.
Tal como lo dice el apóstol Pablo: «Nos perdonó todos nuestros pecados. Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas, lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz. Despojándose a sí mismo, arrastró a los poderes del mal en el cortejo de su triunfo» (Col 2,13-15). Libró a los encadenados y rompió nuestros lazos, tal como lo había dicho David:
«El Señor liberta a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan».
Y más aún: «Rompiste mis cadenas, te ofreceré un sacrificio de alabanza» (Sl 145, 7-8; 115, 16-17).
Sí, hemos sido liberados de nuestras cadenas, nosotros que hemos sido llamados por el Señor para ser congregados por el sacramento del bautismo...; hemos sido liberados por la sangre de Cristo y por la invocación de su nombre...
Así, pues, hermanos míos, hemos sido lavados por el agua del bautismo de una vez por todas, y de una vez por todas somos acogidos en el Reino inmortal.
Una vez por todas «dichosos aquellos que están absueltos de sus culpas, a quienes han sepultado sus pecados» (Sl 31,1; Rm 4,7).
El tema de la Resurrección y del juicio final debe influir prácticamente en nuestra vida diaria, nos debe motivar para ordenar nuestra vida presente, porque al final sólo queda lo que hayamos hecho por Dios y por los demás.
Recordemos siempre que nuestra opción por la vida eterna se va fraguando cada día. Por eso es tan importante el momento presente para el cristiano, porque aquí nos jugamos lo más importante: nuestra salvación, nuestro destino eterno.
Dios nos concede un tiempo determinado, muy corto, para que le amemos, para que imitemos a su Hijo Jesucristo y para que realicemos nuestra misión en la Iglesia.
La vida es el tiempo que tenemos para amar a Dios y al prójimo. Ante la brevedad del tiempo debemos sentir la necesidad de hacer rendir al máximo el espacio que Dios nos concede, alejando de nosotros la pereza, la superficialidad, el materialismo, la desidia.
La fe en el Juicio final y en la Resurrección no deben despertar miedo en nosotros, sino más bien responsabilidad y esperanza, al saber que Dios premiará todo esfuerzo, y al final nos encontraremos con Él si le somos fieles.
¡Señor, ayúdame a vivir el día de hoy de manera que me encuentre un día contigo!
Recordemos que para salvarse es necesario purificarse, para llegar a ser definitivamente capaces de Dios y poder tomar parte en la mesa del banquete nupcial eterno.
Aprovechemos cada sufrimiento, cada contrariedad, cada dificultad, así como las cosas positivas que Dios permite en nuestra vida, todo, absolutamente todo, vivido con amor a Dios y al prójimo, puede convertirse en ocasión para alcanzar el cielo.
Propósito
Vivir hoy pensando en el cielo que me espera. Me preguntaré en cada momento; ¿Qué vale esto de cara a la eternidad? y viviré coherentemente de acuerdo a esta verdad.
Por la lectura del santo evangelio, sean perdonados nuestros pecados.
¡amen!
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