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De: LEO-MARI (Mensaje original) |
Enviado: 19/08/2011 01:24 |
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Una Misma Sangre
Habían nacido juntos, y juntos se habían criado. Habían compartido los mismos alimentos, la misma ropa, la misma cama, los mismos juguetes. Marco y Roberto Solisa, de São Pablo, Brasil, eran hermanos siameses. Habían nacido unidos por la cadera, y nunca habían sido separados. Sin embargo, había algo que no tenían en común: el carácter. Roberto era pacífico y comprensivo; Marco era violento e impulsivo. Un día, cuando ya tenían veinticuatro años de edad, Marco, en un rapto de ira, mató a su hermano de un tiro; pero la muerte del uno fue la muerte del otro. Los dos compartían la misma sangre. Desde los días de Caín y Abel, los primeros hermanos que registra la historia sagrada, hay historias de hermanos que matan a hermanos. Esta historia bíblica se ha repetido millones de veces a lo largo de los siglos y alrededor del mundo. Hermanos matan a hermanos, a veces hermanos de sangre, a veces hermanos de raza, a veces hermanos de nacionalidad, hermanos de cultura. El mundo presenció en Ruanda la muerte de un millón de personas a manos de sus propios hermanos. Igual ha ocurrido en Irlanda del Norte, en Somalia, en Serbia, en Bosnia, en Herzegovina y en muchas otras partes del mundo. Hermanos, en arrebatos de ira, matan a hermanos. Y ¿cuál es el resultado? El mismo de los hermanos Solisa: la muerte de unos trae consigo la muerte de los otros. ¿Habrá solución para tanto odio fratricida? Yo tengo una fotografía que mantiene vivo en mí el recuerdo de dos individuos que conocí en El Salvador. Uno había sido un comunista fanático; el otro había tenido que ver con el llamado «escuadrón de la muerte». Sus posiciones ideológicas los habían hecho enemigos a muerte, pero ahí quedaron en la foto, uno a cada lado mío. ¿Y qué representaban? Juntos dirigían el grupo de oración de su iglesia. ¡Increíble pero cierto! ¿Por qué traigo esto a cuentas? Porque este fue el resultado de una obra espiritual en el corazón de cada uno de ellos. Cuando Cristo entró a su vida, algo ocurrió. El odio se transformó en amor, y los dos, que en un tiempo fueron enemigos a muerte, llegaron a ser un modelo de amor fraternal. Cristo es la solución. Él nos amó tanto que, para llamarnos hermanos, se hizo hombre igual a nosotros. Al morir en la cruz, pagó la deuda de nuestra culpa. Si creemos en Cristo y lo recibimos como Señor y Salvador, nos libramos del odio fratricida y comenzamos una vida nueva. Él dijo: «Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros» (Juan 13:34). por el Hermano Pablo
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De: JADEmuj |
Enviado: 21/08/2011 06:05 |
REALMENTE, LEO, SOLO EL AMOR, PUEDE DESTRUIR TODA NEGATIVIDAD Y ODIO EN EL SER HUMANO. NOS ALCANZASTE DOS HISTORIAS AMBAS CON FINALES DIFERENTES, EN UNA, DOMINÓ EL ODIO... EN LA OTRA EL AMOR Y ESA ES LA QUE DEJA EL MEJOR MENSAJE. GRACIASSSS.
TE SALUDA CON CARIÑO,
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De: FLAQUIS |
Enviado: 21/08/2011 08:00 |
Cuando se conoce a Cristo y Su Obra Redentora por amor, el alma se sensibiliza hacia la bondad...y si al conocerle se le abre la puerta del corazòn para recibirle en una muy ìntima comuniòn, ningùn sentimiento negativo cabe en la persona que asì lo hace, por el contrario, una paz invade el espiritu y el corazòn reboza de alegrìa y amor...¡esa es la obra de Jesùs!.
Eso es exactamente lo que sucediò en el ànimo de las dos ùltimas personas que nos presentas. Conocieron y recibieron al Señor y el Espiritu Santo no se quedò con las alas abajo, las extendiò sobre sus almas iluminàndolas y llenàndolas de sabidurìa.
Gracias Leo querida, dos buenas historias a reflexionar.
Flaquita |
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