Determinar si los muertos estaban en realidad muertos era una desconcertante e inexacta ciencia antes del advenimiento de la medicina moderna. Pero el temor no era totalmente irracional. A lo largo de la historia ha habido numerosos casos de personas enterradas vivas accidentalmente y curiosas leyendas hablaban de ataúdes abiertos donde se encontraba un cadáver con una larga barba, o con las palmas de las manos levantadas hacia arriba, o destrozadas por el esfuerzo de haber intentado escapar…
Algunas personas tuvieron tanto miedo a despertar dentro de un ataúd que dejaron instrucciones expresas de que su corazón debía ser apuñalado o su garganta cortada antes de ser enterradas.
Así las cosas, y fruto de ese miedo, o «taphophobia» (del griego taphos, que significa «tumba» y que se traduciría como «miedo a las tumbas»), fueron distintas las técnicas utilizadas para establecer el carácter definitivo de los presuntos finados.
Se dice que Paracelso (1493-1541), alquimista y quizá el médico más grande de su tiempo, consiguió la reanimación de un cadáver mediante fuelles, un truco que probablemente fue recogido de escritos médicos árabes.
Durante los siglos XVII y XVIII se les administraban enemas de humo de tabaco o se les pellizcaban los pezones con alicates.
Otro sistema consistía en tirar vigorosamente de la lengua del presunto cadáver, llegando a utilizar para ello una máquina-pinza que, durante al menos tres horas, y de manera continua, la sometía a fuertes tirones.
También en el siglo XVIII, el anatomista danés Jacob Winslow (1669-1760) ideó un método basado en hacer cosquillas en la nariz con una pluma, azotar la piel con ortigas o clavar agujas bajo las uñas de los pies. Todo valía para garantizar el no ser enterrado vivo.
Aunque, supuestamente, algunas víctimas fueron devueltas a la vida durante estas torturas, la comunidad científica consideró que la única verdadera señal de la muerte era la putrefacción.
Así, se aconsejaba que toda persona que se presumiera muerta debía ser colocada en un lugar cálido en busca de signos de descomposición antes de su entierro. Fueron las llamadas «morgues de espera».
En el siglo XIX, el desarrollo tecnológico en esta búsqueda para evitar un entierro prematuro se concretó en el «ataúd de seguridad», una invención que permitiría a los erróneamente enterrados comunicarse con el mundo por encima de ellos. La mayoría de los modelos incluían un tubo de aire y un dispositivo que permitía avisar a la superficie de la vuelta a la vida del enterrado, soplando un cuerno, o izando una bandera. Existía un modelo que incluía un martillo mecánico de latón para golpear la tapa de ataúd.
Otros diseños incluían escaleras, escotillas de escape e incluso tubos para el trasvase de alimentos. Otro permitiría que el individuo enterrado prematuramente lanzara un petardo por el tubo de aire del ataúd. Algunos incluso también llegaron a estar equipados con una pala.
Una leyenda urbana dice que el refrán «Salvados por la campana» se deriva del hecho de que en alguno de estos «ataúdes de seguridad» se ponía una cadena que estaba atada a una campana en el exterior, que alertaría que la persona recientemente enterrada aún no habría fallecido.
LEO, CIERTAMENTE, TANTO EN LA ANTIGüEDAD, COMO A LA FECHA, EL PROBLEMA DEL ATAQUE CATALÉPTICO ES UNA REALIDAD, NI AÚN CON LOS AVANCES DE LA MEDICINA, SE PUEDE COMPROBAR ESTE TIPO DE ¨MUERTE¨, SIN EMBARGO LOS QUE SE RECUPERAN, EXPRESAN QUE NO PIERDEN LA CONCIENCIA Y PUEDEN ESCUCHAR E INCLUSO, SABEN QUE LOS ESTAN VELANDO O ENTERRANDO. POR ESE MOTIVO, AHORA EN LOS HOSPITALES, UNA VEZ DIAGNOSTICADO EL FALLECIMIENTO, PROCEDEN A TAPONERLOS. CONOZCO PERSONAS VIVAS QUE LES ATERRA MORIR, PORQUE VIERON CASOS ÚLTIMOS, AL EXHUMAR ALGUNOS CADÁVERES. UFFFFF, AMIGA... UN TEMA, MUY INTERESANTE. GRACIASSSS.
En la actualidad aùn hay algunas pràcticas para determinar muerte o catalepsia. Una de ellas es ponerles en la nariz un algodòn impregnado en amoniaco, el fuerte olor los harìa "despertar". Otra es poner directamente el amoniaco sobre la piel del presunto muerto, la reacciòn de la piel determina supuestamente el estado real de la persona, ya que si està con vida, la piel se inflama y el ardor causado por la quemadura del amoniaco, saca del estado catalèptico a la persona. Hay quien hace pequeñas incisiones en alguna parte del cuerpo, en una mano por ejemplo, si sangra es señal de que està vivo. Tampoco hay una base cientìfica que pruebe que estos mètodos son efectivos.
Incluso hay un complejo sistema integrado en los ataudes, de alarma, algo asì como un timbre, y tambièn un intercomunicador inalambrico...estos sistemas son muy caros, y no se sabe con exactitud, su eficacia.
Un tema aterrador ciertamente. Se sabe de casos terribles al respecto, como el del gran actor Joaquin Pardavè.
Hace muchos años sucediò un caso realmente milagroso y que fue muy comentado: Una mujer rica fue enterrada con un anillo en el dedo ìndice que sus familiares no pudieron o no quisieron quitarle. Los enterradores notaron la joya y se pusieron de acuerdo para ir por la noche, abrir la tumba y quitarle el anillo a la señora. Asì lo hicieron, pero se encontraron con el problema de que el dichoso anillo no salìa. Entonces uno de ellos, sacò un filoso cuchillo y procediò a cortar el dedo de la muerta...¡sorpresa!, la señora estaba en estado catalèptico, y "despertò" ante el corte del cuchillo...¡que impresiòn para ese par de sinvergûenzas! y para su familia al verla regresar "vivita y coleando"...¿te imaginas?
Leo este es un tema terrorífico, a mi me da verdadero temor, pensar que alguien pueda haber sido enterrado en vida, Dios nos libre de una cosa semejante.