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LA PALABRA DE DIOS: LECTURAS Y SANTO EVANGELIO DEL LUNES 29 DE AGOSTO/2011
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De: ADMINISTRADORES  (Mensaje original) Enviado: 29/08/2011 04:00

 
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Martirio de San Juan Bautista – Memoria

LUNES 29 DE AGOSTO/2011

 

 

PRIMERA LECTURA

Libro de Jeremías 1,17-19.


En cuanto a ti, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que yo te ordene. No te dejes intimidar por ellos, no sea que te intimide yo delante de ellos.


Mira que hoy hago de ti una plaza fuerte, una columna de hierro, una muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes de Judá y a sus jefes, a sus sacerdotes y al pueblo del país.


Ellos combatirán contra ti, pero no te derrotarán, porque yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-".

PALABRA DE DIOS

¡TE ALABAMOS SEÑOR!

 
 
 

Salmo 71(70),1-2.3-4a.5-6ab.15ab.17.


Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca tenga que avergonzarme!


Por tu justicia, líbrame y rescátame, inclina tu oído hacia mí, y sálvame.


Sé para mí una roca protectora, tú que decidiste venir siempre en mi ayuda, porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.


¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío, de las garras del malvado y del violento!

Porque tú, Señor, eres mi esperanza y mi seguridad desde mi juventud.


En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre; desde el seno materno fuiste mi protector, y mi alabanza está siempre ante ti.


En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre; desde el seno materno fuiste mi protector, y mi alabanza está siempre ante ti.


Mi boca anunciará incesantemente tus actos de justicia y salvación, aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos.

Mi boca anunciará incesantemente tus actos de justicia y salvación, aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos.


Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud, y hasta hoy he narrado tus maravillas.
 
 
 

PROCLAMACION DEL SANTO Evangelio según San Marcos 6,17-29.

¡GLORIA A TI, SEÑOR!


En aquel tiempo,
 Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.


Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano".


Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.


Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.


La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré".
Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".


Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta.


La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".


El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.


En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.


El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.


Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

PALABRA DEL SEÑOR

¡GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS!

 
 

MEDITACION

Juan Bautista, muere por Cristo


        Juan no vivió para él mismo ni murió para él mismo. ¡A cuántos hombres, cargados de pecados, no habrá llevado a la conversión con su vida dura y austera! ¡Cuántos se habrán visto confortados en sus penas por el ejemplo de su muerte inmerecida!

 

Y a nosotros, ¿de dónde nos viene hoy la ocasión de poder dar gracias a Dios sino por el recuerdo de Juan, asesinado por la justicia, es decir, por Cristo?...

Sí, Juan Bautista ha ofrecido generosamente su vida terrena por amor a Cristo; ha preferido desobedecer las órdenes del tirano a desobedecer las de Dios. Este ejemplo nos tiene que mostrar que nada ha de ser más importante que la voluntad de Dios. Agradar a los hombres no sirve para mucho; incluso, a menudo perjudica en gran manera... Por tanto, con todos los amigos de Dios, muramos a nuestros pecados y a nuestras preocupaciones, aplastemos nuestro amor propio desviado y procuremos que crezca en nosotros el amor ardiente a Cristo.

Sin duda, se nos presenta la tentación de seguir a Cristo sin renunciar a nuestro egoísmo, o al menos, a veces intentamos llevar la cruz de modo que no nos duela tanto o se acomode a nuestros gustos y planes personales. Sin embargo, esto no es posible: o nos decidimos a seguir a Cristo, aceptando todas sus implicaciones, como lo hizo San Juan, o nos quedamos sin Cristo.

Esta es la única opción del cristiano: optar por Cristo radicalmente. Sí, es posible cargar la cruz de cada día y seguirlo con alegría, porque Él va con nosotros dándonos la fuerza que necesitamos. Es posible amar en el sufrimiento, porque Cristo nos amó primero. Es posible optar por Él con radicalidad, porque Él antes optó por salvarnos por medio de su Pasión y muerte. Su Cruz pues, hace llevadera nuestra pequeña cruz. San Juan el Bautista, un seguidor fiel de Cristo, nos dice con su ejemplo: “Carga con tu cruz, niégate a ti mismo, realízate en la donación de ti mismo por amor”.

Sólo quien ama a Cristo y se entrega, experimenta esta paradoja del morir para tener vida, y es capaz de llevar la cruz como camino de salvación y de verdadera felicidad.


Antes de concluir nuestra oración, delante de una imagen de Cristo crucificado, renovemos nuestra opción radical de seguirlo, cueste lo que cueste, de tomar en serio sus palabras, de ser cristianos que acepten su cruz.

Llevar la cruz de Cristo debe expresarse a través de la renuncia en las pequeñas cosas, no por un afán masoquista, sino como expresión de nuestro amor a Cristo y medio de identificación con Él.

 

Cuántas veces podemos hacer un pequeño sacrificio absteniéndonos de unos ratos de televisión o de internet para dedicarlo a la convivencia familiar, al apostolado o a otras ocupaciones útiles; cuántas oportunidades para abstenernos de los pequeños gustos, para no quejarse ante todo lo que desagrada, para aprovechar bien el tiempo, etc.


La vida de todos los días nos da mil oportunidades para optar por Cristo y seguirlo cargando esa cruz hecha de pequeños detalles.

 

Señor ¡no permitas que viva ni un día sin tu cruz!

 

POR LA LECTURA DEL SANTO EVANGELIO, SEAN PERDONADOS NUESTROS PECADOS.

¡AMÉN!

 
 


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