MEDITACIONES
DE LA PRIMERA LECTURA:
En la introducción a la Primera Carta de Timoteo, san Pablo admite sus yerros como perseguidor y agradece la misericordia que Dios tuvo para con él, al hacerlo partícipe de su esperanza.
Durante ocho días (lo que queda de esta semana y toda la siguiente) leeremos la primera Carta de Pablo a su discípulo Timoteo, a quien dedica siempre palabras muy afectuosas.
Las dos cartas de Pablo a Timoteo y la dirigida a Tito (responsable de la comunidad de Creta) se llaman "cartas pastorales".
La primera página es un afectuoso saludo de Pablo a Timoteo, "verdadero hijo en la fe", a quien desea la gracia y la paz de Dios y de Cristo Jesús. Pero en seguida pasa a una especie de confesión general, llena de humildad y gratitud para con Dios, recordando su vocación para ser apóstol.
San Pablo agradece a Dios que le haya llamado a ser ministro en la comunidad, a pesar de su pasado nada recomendable.
Es interesante que san Pablo, una autoridad en la Iglesia, reconozca humildemente los fallos de su "prehistoria" y que recuerde que había sido "blasfemo", "perseguidor" y "violento".
La humildad en la presencia de Dios nos hace a todos también más amables en la presencia del prójimo. Nos relativiza a nosotros mismos, nos hace recordar nuestros fallos, y así estamos más dispuestos a ser tolerantes con los de los demás.
Aunque nosotros tal vez no hayamos sido "blasfemos, perseguidores y violentos", seguro que tenemos muchas cosas que agradecer a Dios, y podemos decir: "se fió de mí, me confió una misiòn, derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor cristiano".
Tenemos que reconocer que "Dios tuvo compasión de nosotros". Si Él usó de misericordia para con nosotros, eso nos prepara para una actitud mucho más abierta y humilde para con los demás. Porque nos recuerda que no somos lo que somos por méritos propios, sino por la bondad de Dios.
MEDITACION DEL SANTO EVANGELIO
Qué fácilmente vemos los defectos de nuestros hermanos, y qué capacidad tenemos de disimular los nuestros! Eso se llama ser hipócritas.
Por eso se nos ocurre hacer de guías de otros, cuando los que necesitamos orientación somos nosotros. Y queremos hacer de maestros, cuando no hemos acabado de aprender. Y nos metemos a dar consejos y a corregir a otros, cuando no somos capaces de enfrentarnos sinceramente con nuestros propios fallos.
Hagamos hoy un poco de examen de conciencia: ¿no tendemos a ignorar nuestros defectos, mientras que estamos siempre alerta para descubrir los ajenos?
Cada vez que nos acordamos de los fallos de los demás (con un deseo inmediato de comentarlos con otros), deberíamos razonar así: "y yo seguramente tengo fallos mayores y los demás no me los echan en cara continuamente, sino que disimulan: ¿por qué tengo tantas ganas de ser juez y fiscal de mis hermanos?". Eso se llama hipocresía, uno de los defectos que más criticó Jesús.
Nos iría bien un espejo limpio donde mirarnos: este espejo es la Palabra de Dios, que nos va orientando día tras día. Para ejercitar una saludable autocrítica en nuestra vida (J. Aldazábal).
El evangelio de hoy nos invita a mirar el mundo y a los otros con la misma mirada de Jesús: una mirada de benevolencia.
Muéstrame, por tanto, si los ojos de tu mente ven, y si oyen los oídos de tu corazón… ven a Dios los que son capaces de mirarlo, porque tienen abiertos los ojos del espíritu. Porque todo el mundo tiene ojos, pero algunos los tienen oscurecidos y no ven la luz del sol.
Seamos benévolos. Con los demás: son menos malos de lo que imaginámos.
Amemos en ellos la parte mejor de ellos mismos; en el peor de los incrédulos hay una chispa, aunque sea oculta, de ese fuego que Dios ha inscrito en el corazón de cada uno.
El cristiano, pase lo que pase, no puede encerrar al que siempre es su hermano dentro del calabozo de las sospechas o en la argolla de las condenaciones.
Creamos en el hombre y seamos hombres consagrados a la misericordia. Y seamos benévolos con nosotros mismos, mirándonos con menos severidad.
Si tenemos algún sentimiento de antipatía ante tal o cual acto, que nuestra antipatía se cambie en humor: ¡tampoco nosotros hemos dicho aún la última palabra! Y seamos benévolos con el mundo: no seamos eternos insatisfechos.
Vivamos, vivamos bien, gocemos de la vida. Dios fue el primero que se admiró de la obra salida de Sus Manos en los primeros días del universo.
Dios de paciencia infinita, sé nuestro maestro: enséñanos a amar como Tú solo puedes amar. Danos un corazón misericordioso y razones para esperar que nuestro tiempo desembocará en la felicidad eterna (Dios cada día).
POR LA LECTURA DEL SANTO EVANGELIO, SEAN PERDONADOS NUESTROS PECADOS.
¡AMÉN!