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LA PALABRA DE DIOS: LECTURAS Y SANTO EVANGELIO DEL DOMINGO 11 DE SEPTIEMBRE/2011
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De: ADMINISTRADORES  (Mensaje original) Enviado: 11/09/2011 10:03
 
 

XXIV DOMINGO ORDINARIO

DOMINGO 11 DE SEPTIEMBRE/11

 

PRIMERA LECTURA

Del libro del Sirácida (Eclesiástico): 27, 33-28, 9


Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellas. El Señor se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados.

 

Perdona la ofensa a tu prójimo, y así, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus pecados. Si un hombre le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor?


El que no tiene compasión de un semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados, ¿hallará quien interceda por él?


Piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro y guarda los mandamientos.


Ten presentes los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Recuerda la alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas.

Palabra de Dios.

¡Te alabamos, Señor!.

 

Salmo responsorial 102

Responso: “El Señor es compasivo y misericordioso”.


Bendice al Señor, alma mía; que todo mi ser bendiga su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios
. R/.


El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades; Él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura.
R/.


El Señor no nos condena para siempre, ni nos guarda rencor perpetuo. No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados.
R/.


Como desde la tierra hasta el cielo, así es de grande su misericordia; como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien lo ama.
R/.

 

Segunda lectura

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 14, 7-9

Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para si mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos.

Por lo tanto, ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor. Porque Cristo murió y resucitó para ser Señor de vivos y muertos.

Palabra de Dios.

¡Te alabamos, Señor!.

 
 

PROCLAMACION  Del santo Evangelio según san Mateo: 18, 21-35

¡GLORIA A TI, SEÑOR!

 

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: "Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?". Jesús le contestó: "No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete".


Entonces Jesús les dijo: "El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores.

El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda.

El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: 'Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.


Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: 'Págame lo que me debes'. El compañero se le arrodilló y le rogaba: 'Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.

 

Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido.

 

Entonces el señor lo llamó y le dijo: 'Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?'. Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.


Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano".

Palabra del Señor.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!.

 
 

Meditación

El número “setenta” por “siete” es simbólico, y significa, más que una cantidad determinada, una cantidad incalculable, infinita. En la práctica quiere decir que debemos perdonar ¡siempre! Nuestro perdón no ha de tener límites. Jesús está siempre dispuesto a perdonarnos y también nosotros, hemos de perdonarnos mutuamente, sin cansarnos.

Siempre es necesario el perdón y la reconciliación en medio de las familias, los matrimonios, en la sociedad entera. Por eso, no hemos de olvidar que el sacramento del perdón es un gran don de Dios.

En el sacramento de la penitencia Dios nos concede su perdón de modo personal. Cuando acudimos a este sacramento, nos encontramos con el Señor, nuestro Salvador, le presentamos nuestros pecados, los confesamos, manifestamos nuestro arrepentimiento y le pedimos perdón. Entonces el sacerdote, como ministro de Cristo nos dice: “Tus pecados son perdonados”… Esta gracia es también una invitación a ofrecer a los demás setenta veces siete el mismo perdón.

Por otra parte, Cristo nos da siempre ejemplo de esto. Nos enseñó a orar en el Padre Nuestro, pidiendo el perdón; en su vida pública sus milagros fueron expresión de su perdón; por último Él confirmó esta enseñanza, cuando colgado del madero suplicó al Padre que nos perdonara.

 

Aprendamos de Cristo, perdonemos a todo el que nos haya ofendido del modo que sea, y pidamos perdón a quien hayamos lastimado.

 

Dejemos a Dios el juicio sobre nuestros pecados y pongamos en práctica la oración del Padre Nuestro: “Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

Propósito

Valoraré más el perdón como una gracia de Dios, acercándome esta semana al sacramento de la penitencia, o bien, pediré perdón a quien haya lastimado.

 

Por la lectura del santo evangelio, sean perdonados nuestros pecados.

¡amén!

 

         

                                                                                                                                                                                                                   

 




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