VIERNES 30 DE SEPT./2011
primera lectura
Del libro del profeta Baruc: 1, 15-22
"Reconocemos que el Señor, Dios nuestro, es justo, y todos nosotros, los habitantes de Judea y de Jerusalén, nuestros reyes y príncipes, nuestros sacerdotes, profetas y padres, nos sentimos hoy llenos de vergüenza, porque hemos pecado contra el Señor y no le hemos hecho caso; lo hemos desobedecido y no hemos escuchado su voz ni hemos cumplido los mandamientos que Él nos dio.
Desde el día en que el Señor sacó de Egipto a nuestros padres hasta el día de hoy, no hemos obedecido al Señor, nuestro Dios, y nos hemos obstinado en no escuchar su voz.
Por eso han caído ahora sobre nosotros las desgracias y la maldición que el Señor anunció por medio de Moisés, su siervo, el día en que sacó de Egipto a nuestros padres, para damos una tierra que mana leche y miel.
No hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, conforme a las palabras de los profetas que nos ha enviado y todos nosotros, siguiendo las inclinaciones de nuestro perverso corazón, hemos adorado a dioses extraños y hemos hecho lo que el Señor, nuestro Dios, reprueba".
Palabra de Dios.
¡Te alabamos, Señor!.
Salmo responsorial 78
Responso: “Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados”.
Dios mío, los paganos han invadido tu propiedad, han profanado tu santo templo, y han convertido a Jerusalén en ruinas. R/.
Han echado los cadáveres de tus siervos a las aves de rapiña, y la carne de tus fieles a los animales feroces. R/.
Hemos sido el escarnio de nuestros vecinos, la irrisión y la burla de los que nos rodean. ¿Hasta cuándo, Señor, vas a estar enojado y arderá como fuego tu ira? R/.
No recuerdes, Señor, contra nosotros las culpas de nuestros padres. Que tu amor venga pronto a socorrernos, porque estamos totalmente abatidos. R/.
Para que sepan quién eres, socórrenos, Dios y salvador nuestro. Para que sepan quién eres, sálvanos y perdona nuestros pecados. R/.
ACLAMACIÓN antes del santo evangelio (cfr Sal 94, 8)
Responso: “Aleluya, aleluya”.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón". R/.
PROCLAMACIÒN Del santo Evangelio según san Lucas; 10, 13-16
En aquel tiempo, Jesús dijo:
"¡Ay de ti, ciudad de Corozaín! ¡Ay de ti, ciudad de Betsaida! Porque si en las ciudades de Tiro y de Sidón se hubieran realizado los prodigios que se han hecho en ustedes, hace mucho tiempo que hubieran hecho penitencia, cubiertas de sayal y de ceniza.
Por eso el día del juicio será menos severo para Tiro y Sidón que para ustedes.
Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que serás encumbrada hasta el cielo? No. Serás precipitada en el abismo".
Luego, Jesús dijo a sus discípulos: "El que los escucha a ustedes, a mí me escucha; el que los rechaza a ustedes, a mi me rechaza y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado".
Palabra del Señor.
¡Gloria a ti, Señor Jesús!
meditaciòn.
El evangelio de san Lucas narra tres ayes de Jesús contra tres ciudades galileas: Betsaida, Corazaín y Cafarnaún.
Jesús ha constatado que en los lugares donde cabría esperar una pronta aceptación de su mensaje, es donde más resistencia y dureza de corazón ha encontrado, por el contrario donde no se esperaba nada ha encontrado mayor apertura y aceptación.
A estas tres ciudades opone la actitud de Tiro y de Sidón.
Es la constatación que hace Lucas del efecto producido por el evangelio dentro y fuera del pueblo de Jesús. Lucas es conciente de la universalidad del mensaje de Jesús, pero no deja de hacer caer en cuenta la obstinación del pueblo judío a los designios de Dios.
En ese mismo sentido nuestras actitudes no están muy lejos de parecerse a las de Betsaida, Corazaín y Cafarnaún. Creemos que ya lo sabemos todo, que no hay nada nuevo que nos pueda hacer mejores, y resulta que hay a nuestro alrededor tantas personas, tantas cosas, tantas situaciones que permanentemente nos están llamando al cambio, a la rectificación de nuestro modo de ver, sentir, pensar, y nosotros como si nada.
Conforme a este castigo que se anuncia a las ciudades galileas puede calcular cada ciudad lo que le sucederá si repudia a los enviados de Jesús.
Estas palabras las pronunció el Señor al abandonar Galilea, donde había trabajado en vano. Lo que había de ser salvación se convierte en sentencia de condenación, porque no se prestó atención al llamamiento a la conversión.
La amenaza de castigo formulada por Jesús y sus enviados es un último llamamiento de Dios dirigido al duro corazón humano.
El evangelista San Lucas quiere destacar, precisamente, la gran dificultad de lograr una auténtica respuesta creyente de la gente que espera milagros para manifestar su fe.
Es que la respuesta de la fe no obedece a acciones prodigiosas, sino a la convicción serena y profunda del creyente que manifiesta su plena certeza sobre la acción de Dios en la historia por medio de los evangelizadores y los que trabajan por la paz.
Estos no deben desalentarse por la escasa respuesta a sus afanes. Porque hay quienes no reaccionarán "aunque alguien resucite de entre los muertos" (Lc 16,31).
El enviado es como el que lo envía. En los enviados viene Jesús, y en Jesús viene Dios.
La Palabra que pronuncian los enviados la pronuncia Jesús, y la Palabra de Jesús la pronuncia Dios.
Aceptación o repudio de la Palabra de los enviados es aceptación o repudio de la Palabra de Jesús, aceptación o repudio de la Palabra de Dios.
"Quien a ustedes los recibe, a mí me recibe; y quién a mí me recibe, recibe a aquél que me envío" (Mt 10,40).
El que no honra al Hijo tampoco honra al Padre que lo envió (Jn 5,23). Entre los enviados, Jesús y Dios existe una cadena cuyos eslabones no se pueden separar. Jesús es el mediador. Para su mediación con el pueblo se sirve de los enviados.
El hombre es conducido a la salvación por medio de hombres. Nadie puede permanecer indeciso frente a la Palabra de Dios. El que no está a favor de Jesús, está contra él. El que no oye la Palabra, no la acepta y no la obedece, la desprecia.
Jesús declara la íntima relación entre él y su Padre que lo ha enviado. No es posible admitir que Dios es grande, maravilloso, misericordioso y todo lo que queramos y dejar de lado la propuesta de Jesús.
Rechazar, con la sutileza con que lo hacemos, cualquier aspecto del evangelio es rechazar a Jesús, y rechazarlo a él es rechazar al Padre que lo envió. Quizás entre nosotros es difícil escuchar un rechazo verbal a Jesús, pero lo que sí vemos con toda claridad es el rechazo práctico, el dejar de lado con mil justificaciones los aspectos más comprometedores y de mayor exigencia del evangelio.
Nos pasamos la vida teorizando, inventando planes y proyectos de evangelización que muchas veces se quedan en una mera teoría; ¿no es esta una de las muchas maneras como se puede evadir al mismo evangelio y por ende evadir a Jesús, es decir, rechazarlo?
Por la lectura del santo evangelio, sean perdonados nuestros pecados.
¡amén!
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