DE REPENTE
Y, de repente, llega la noche como un aceite de silencio y pena.
A su corriente me rindo armado apenas con la precaria red de truncados recuerdos y nostalgias que siguen insistiendo en recobrar
el perdido territorio de su reino.
Como ebrios anzuelos giran en la noche nombres, quintas, ciertas esquinas
y plazas, alcobas de la infancia, rostros del colegio, potreros, ríos y muchachas giran en vano en el fresco silencio de la noche y nadie acude a su reclamo.
Quebrantado y vencido me rescatan los primeros ruidos del alba, cotidianos e insípidos
como la rutina de los días que no serán
ya la febril primavera que un día nos prometimos.
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