LA MEDIANOCHE
Fina, la medianoche. Oigo los nudos del rosal: la savia empuja subiendo a la rosa.
Oigo las rayas quemadas del tigre real: no le dejan dormir.
Oigo la estrofa de uno, y le crece en la noche como la duna.
Oigo a mi madre dormida con dos alientos. (Duermo yo en ella, de cinco años.)
Oigo el Ródano que baja y que me lleva como un padre ciego de espuma ciega.
Y después nada oigo sino que voy cayendo en los muros de Arlès llenos de sol...
SORBER. |