ERA NEGRA COMO LA OSCURIDAD
Ligera como el agua, elevado y profundo el cenit de sus ojos. Huía del machete que desgarró su origen. Con un manto de frío la protegió la selva. Entre lágrima y sueño amaneció el amor. Ángeles negros sobre la arena blanca; desnudos, casi humanos. Pero ella huía. Los pálidos ocasos del ayuno habitaron su rostro, el vértigo del miedo y aquel silencio extraño que se enredó en sus pies y fue ascendiendo luego hasta su voz. Hubiera sido fácil escribir un final de vacío y abandono. Inútil que la muerte intentara cedérsela a las sombras. El ángel que crecía en su interior había decidido ser humano. Ángeles negros sobre la arena blanca y un húmedo charol el roce de sus alas y sus vidas.
sorber.
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