Cuando el camino está erizado de penas y sólo veo desventuras, tú Señor, me serenas con tu infinita presencia.
Contigo tengo una voluntad poderosa, una mente clara y un corazón repleto de energía.
Tú me ayudas a vivir el presente sin el peso de mis recuerdos y sin angustia en mis previsiones.
Contigo sé que no estoy condenado a un destino aciago y que el dolor educa si lo asumo con fe y esperanza.
Tú me sacas del abismo del desespero y con tu amor no quedo al arbitrio de las dudas y el desaliento.
A veces la vida es un acertijo sin soluciones y un laberinto sin salidas. ¿Será que tiene sentido seguir luchando?
Tú me aseguras que sí, porque nunca me has defraudado y en las peores crisis he visto brillar la luz.
Tú me liberas de un presente hostil y de una u otra forma me dices: "Estoy contigo".
Gracias, Señor, nunca me abandonas
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