PRIMER SàBADO DE ADVIENTO. DICIEMBRE 3 DEL 11
PRIMERA LECTURA
DEL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS: 30, 19-21. 23-26
Esto dice el Señor Dios de Israel: "Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, ya no volverás a llorar. El Señor misericordioso, al oír tus gemidos, se apiadará de ti y te responderá, apenas te oiga.
Aunque te dé el pan de las adversidades y el agua de la congoja, ya no se esconderá el que te instruye; tus ojos lo verán. Con tus oídos oirás detrás de ti una voz que te dirá:
'Este es el camino. Síguelo sin desviarte, ni a la derecha, ni a la izquierda'.
El Señor mandará su lluvia para la semilla que siembres y el pan que producirá la tierra será abundante y sustancioso.
Aquel día, tus ganados pastarán en dilatadas praderas. Los bueyes y los burros que trabajan el campo, comerán forraje sabroso, aventado con pala y bieldo.
En todo monte elevado y toda colina alta, habrá arroyos y corrientes de agua el día de la gran matanza, cuando se derrumben las torres.
El día en que el Señor vende las heridas de su pueblo y le sane las llagas de sus golpes, la luz de la luna será como la luz del sol; será siete veces mayor, como si fueran siete días en uno".
PALABRA DE DIOS.
¡TE ALABAMOS, SEÑOR!.
DEL SALMO 146
R/. “Alabemos al Señor, nuestro Dios”.
Alabemos al Señor, nuestro Dios, porque es hermoso y justo el alabarlo. El Señor ha reconstruido a Jerusalén y a los dispersos de Israel los ha reunido. R/. “Alabemos al Señor, nuestro Dios”.
El Señor sana los corazones quebrantados y venda las heridas. Tiende su mano a los humildes y humilla hasta el polvo a los malvados.
R/. “Alabemos al Señor, nuestro Dios”.
El puede contar el número de estrellas y llama a cada una por su nombre. Grande es nuestro Dios, todo lo puede; su sabiduría no tiene límites.
R/. “Alabemos al Señor, nuestro Dios”.
ACLAMACIÓN antes del evangelio (Is 33, 22)
R/. Aleluya, aleluya.
El Señor es nuestro juez, nuestro legislador y nuestro rey; Él vendrá a salvarnos.
R/. Aleluya, aleluya.
PROCLAMACIÓN DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 9, 35-10, 1. 6-8
¡GLORIA A TI, SEÑOR!
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia.
Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos:
"La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos".
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo:
"Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente".
PALABRA DEL SEÑOR.
GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.
MEDITACIÓN
El profeta Isaías no es un visionario iluso ni un pronosticador irresponsable de catástrofes. Tiene la información y la inteligencia suficientes para deletrear los movimientos políticos de los imperios cercanos. Por eso llama a su pueblo a actuar con decisión y confianza.
Cuando los desaciertos de los monarcas y la necedad de sus conciudadanos los llevan a vivir sometidos al rey de Asiria, Isaías no pierde la esperanza. En tiempo de Isaías el agua y el pan son escasos. En el futuro, Dios bendecirá generosamente a un pueblo creyente y autocrítico.
Un conflicto semejante viven los galileos en tiempos de Jesús. Él también da entrada a la esperanza e instituye a los Doce como testigos creíbles de esa esperanza, enviándolos a sanar y a aliviar las dolencias de la gente de Galilea.
Este evangelio que leemos hoy introduce el segundo gran discurso que nos presenta el evangelio, el discurso apostólico.
Nos dice mateo que huesas recorría ciudades y aldeas enseñando en la sinagoga, proclamando el reino de Dios y sanando enfermos, las tres grandes acciones del Mesías.
Al ver la muchedumbre sintió compasión de ella y les pidió a sus discípulos que rogaran a Dios para que envié más evangelizadores a su pueblo.
Viendo la necesidad que tiene la comunidad, Jesús les hace participes de su misión, de sus acción mesiánica que hasta este entonces él había asumida solo:
“Vayan prediquen el reino, curen enfermos”; en una sola palabra, se trata de que los discípulos continúen la acción profética de Jesús, su misión.
El adviento es tiempo de reflexión y de revisión de vida. Nosotros como cristianos debemos revisar nuestra vida para ver si realmente somos continuadores de la misión de Jesús en el anuncio del Reino, en la creación de unas condiciones dignas de vida.
También hay que decir que al participar de la misión de Jesús también nos hacemos participes de su destino, participes de la cruz y la resurrección.
Anunciar una nueva sociedad es un compromiso que implica toda nuestra vida
POR LA LECTURA DEL SANTO EVANGELIO, SEAN PERDONADOS NUESTROS PECADOS.
¡AMÈN!
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